Capítulo 9.

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(Por favor, lean la nota de autora al final, tengo avisos importantes que darles.)


El hecho de caminar a media noche por un laberinto de calles y su oscuridad, que casi se mezcla con la del cielo, no es la mejor, ni la menos peor, parte de mi día. Ahora es cuando me arrepiento de no haber leído aquel libro en la secundaria, «Aprende a decir No», hubiese servido en el momento en el que Jules me pidió cubrir las últimas horas de su turno por algo de suma importancia, según dijo, aunque ahora lo dudo. Pero es que nadie puede sucumbirse a su mirada suplicante y lastimera, y digamos que, me ha cubierto la mayoría de veces que he llegado tarde, supongo que se la debía.

Un sonido de salpicadura resuena en alguna parte de la larga acera, instintivamente mis piernas maquinan con mayor rapidez, podría ser algún loco asesino en serie, podría llevarme sigilosamente a su guarida y descuartizarme... Sé que suena paranoico, pero en medio de la noche, y con un panorama en donde mis ojos apenas distinguen un metro a la redonda, es inevitable serlo.

-¡Detente!- Su voz rasposa me hela los huesos, suena ebrio, rancio.

«¡Corre!»

Sujeto con mayor fuerza mi bolso a mi costado mientras mis piernas se apresuran a dar grandes zancadas con la mayor velocidad que puedo permitirme con los pies adoloridos e hinchados. Mi estomago se retuerce en incertidumbre y miedo.

-¡¡No me obligues a disparar!!- Se escucha más cercano. Me detengo, no estoy segura de que porte la dichosa arma, pero no quisiese averiguarlo de la peor manera. Sus descuidadas pisadas repiquetean cada vez más fuerte, debido a su cercanía. Mi labio comienza a temblar.

-Llévese todo lo que t-tengo- Digo en un intento de que me deje de una vez, tendiendo mi bolso hacia detrás de mí, donde supongo que está él. -E-es todo lo que t-tengo- Mi lengua traba las palabras en mi boca. Y siento que en cualquier momento romperé a llorar.

El material es arrebatado de entre mis dedos con brusquedad, para luego sonar con fuerza en el asfalto mojado, tan sólo lo ha empujado de mi agarre. Doy un respingo en mi lugar y enredo mis brazos a mi alrededor. Las gotas saladas corren por mi piel, hasta mi mandíbula, absorbidas luego por mi bufanda de lana. Estoy temblando como un maldito perro mojado y no puedo evitar sentirme idiota por no negarme al favor de Jules.

-¡No quiero tus mierdas!- Grita enfurecido, ensordeciendo repentinamente mi oído izquierdo. Sigo sin encararlo, está detrás de mi postura encogida y mi cuerpo trémulo.

Me asusta lo que pueda querer de mí; los sollozos de atascan en la punta de mi garganta, estoy tan atemorizada que siento que me desmayaré.

Su cuerpo se posiciona frente al mío, pero me esfuerzo en mantener mi vista pegada al suelo, en señal de sumisión total, he oído que con personas inestables y peligrosas lo peor que se puede hacer es mirarles a los ojos, es casi como una amenaza, un enfrentamiento.

Pero él me hace mirarle, al levantar mi barbilla con sus regordetes dedos, su simple semblante me inunda en terror anticipado. Sonríe con orgullo, disfruta, admira mi sufrimiento, como si se tratase de un premio bien merecido. Me repugna, sin embargo, no deja de atemorizarme.

Las yemas de sus dedos rozan mi mejilla, entre tanto mis náuseas aumentan; por la adrenalina corriendo en mi torrente, adormeciendo a su paso; por su áspero tacto.

-Suficiente- ¿Cómo? -Por ahora- Y con esa promesa amenazante, dicha con disfrute enfermizo, me deja. Gira sobre sus talones y emprende un camino triunfal hacia la calle contigua.

Es entonces cuando ahí, en medio de la acera vacía, me permito llorar e hipar incesablemente. ¡¿Qué clase de mala broma ha sido esa?! Él sólo ha venido a mirarme resquebrajarme y satisfacerse con ello, y volverá ¡Volverá! Ahora mismo solo pienso en huir y esconderme bajo un bunque por el resto de mi vida.

The Boxer [H.S. au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora