V. ¿Dónde estás?

255 246 19
                                    

—¿Cómo que no sabes Ana? Te dije claramente que evacuadas a todas las personas del salón —dije enfurecido.

—Eso mismo hice, nadie murió en la explosión —respondió.

Estaba muy enojado con ella porque pensé que no le había dado la importancia necesaria a mi pareja.

—Calma chicos, cálmense. Seguro ella está entre la multitud, solo debemos de buscarla —interrumpió Carlos para enfriar de alguna manera la situación.

»Vamos a dividirnos para buscarla, los demás oficiales que se encarguen de revisar si hay heridos en lo que llega emergencias.

Estuvimos buscando al menos una hora a Rubí por todas partes, y ni siquiera encontramos rastro de ella.

—¿Encontraron algo? —pregunté muy ansioso.

—No hermano, no la logramos ver
—expresó Carlos.

Anastasia también negó con su cabeza haber encontrado su paradero.

«Dios, ¿Qué le habrá pasado?, siento que todo esto es mi culpa.»

—Ana, Carlos, vayan a la comisaría para informarle al general..

—Ya estoy aquí —gritó el general Imaya apareciendo entre la multitud.

—General, ellos se encargan de informarle. Tengo que ir a ver si mi mujer está en casa, es urgente
—mencioné.

Imaya asintió con la cabeza de forma positiva. Inmediatamente me subí a mi vehículo, el camino parecía eterno.

—Mi amor, ¿Estás aquí? —grité abriendo la puerta de la casa.

El silencio de nuestro hogar era evidente pero aún así decidí buscar en todas partes sin resultados alguno. Parece ser que la trago la tierra.

—Maldita sea, todo esto es mi culpa
—vociferé con un dolor en el pecho a causa de la incertidumbre.

A pocos minutos, Anastasia llegó y me encontró de rodillas en el suelo.

—Oye papi, ¿Qué te pasa? —preguntó notablemente angustiada.

—No está aquí mana, no está aquí, siento que todo esto es mi culpa
—expresé mientras me destruía por dentro.

Ella me abrazó con fuerza intentando aliviarme un poco.

—Escúchame bien Cody lo que te voy a decir, tu no tienes la culpa de esto. Ella se fue a hacer su trabajo y desapareció. No sabemos por qué y cómo. Pero estando como un marica de rodilla aquí, no vas a resolver absolutamente nada. —Me levantó del suelo.

»Nosotros hemos vivido cosas más difíciles que estás, no te dejes consumir por esto tonto.

«Ella tiene razón, tengo que levantarme con muchas más ganas.»

—Recuerda algo amigo que te dije aquella vez. —sujetó mi rostro.

»Aún hay esperanza...

Esas palabras volvieron a encender mi fuerza de voluntad. Procedí a levantar a Ana como un bebé.

—Muchas gracias hermanita, necesitaba escuchar eso —dije con una sonrisa en mi rostro.

—Que fuerte estás cariño, muy afortunada que es Rubí en ciertos aspectos. —Guiñó el ojo.

Está tipa siempre con sus ocurrencias, la solté cayendo ella en suelo dándose un pequeño golpe.

—Maldito —susurró Ana con un poco de dolor en las nalgas por la caída.

Aún hay esperanza™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora