VI. Todo va a estar bien

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Nos reunimos en el departamento de inteligencia de la estación para esperar la llamada de Vladimir. Y sin hacernos esperar mucho está llegó.

—Thomas está en una de las villas que están a las afueras de la ciudad. Lo más importante que debes de saber es...

—Dime Vladimir —dije.

—El candidato a la alcaldía Thomas pertenece a la mafia del este, su verdadero nombre es Thomas Salvatore

—susurró notando lo difícil de la situación.

«La mafia de los Salvatore, es una de las organizaciones criminales más temidas del país. Hasta por el propio gobierno federal.»

—Está bien, gracias por darme la ubicación. —Colgué el teléfono.

Estaba un poco confundido por la información que recibí, pero decidí hacer caso omiso por el momento. Hasta encontrarlo.

—¿Qué te dijo? —preguntó Ana con mucho interés.

—Me dijo dónde estaba secuestrado el señor Thomas, están a las afueras de la ciudad. Fija la ubicación hacía la parte nordeste dónde están las villas.

—Iré a informarle a Imaya —expresó Carlos.

—No, haremos esto encubierto. Luego, le avisaremos. Confíen en mí.

Tanto Ana como Carlos afirmaron con la cabeza mi petición y nos pusimos en marcha.

—Lleven la suficiente artillería cómo para acabar con un cuerpo de seguridad completo —ordené.

Aunque los chicos estaban algo asustados por mi comportamiento serio y frío, cosa que es poco común, seguían las órdenes sin protestar.

Ví una joven recluta que estaba como sin saber que hacer en los pasillos de la comisaría y decidí acercarme a ella.

—Buenas tardes —expresé con una sonrisa.

—Buenas tarde señor, aquí Nayla a sus órdenes —mencionó.

No me sentía de humor como para estar en plan amable, pero al ver cómo estaba decidí relajarme un poco.

—Quiero que vayas a la prensa para que informes que todo está bajo control y la policía se está haciendo cargo de todo. De paso, te relajas un poco.
—Guiñé el ojo.

La chica ni siquiera me contestó y se fue a cumplir con lo que dije. Que rara.

—Ya está todo listo —dijo Ana con Carlos detrás.

—Vamos a por esos hijos de perra
—dije recargando mi pistola.

En el camino hacia las villas, vimos como la ciudad se sentía segura al ver todo el cuerpo policial en las calles protegiendolos, pero también se veía un poco de miedo por tal despliegue.

—No había visto tantos policías en las calles desde las pandillas —expresó Carlos.

—Sí, pero está vez será diferente —dije

»No vamos a permitir que el mal se propague, lo eliminaremos de raíz.

—El vehículo de Rubí fue visto saliendo de la ciudad del sol casi media hora después de la explosión —informó Anastasia.

«No puedo creerlo, ellas los siguió.»

Seguimos en la carretera hasta salir de ciudad, en el letrero de bienvenida vimos una moto familiar con alguien en ella.

—Vladimir, ¿Qué haces aquí?
—pregunté sorprendido.

—¿Crees que me voy a perder la fiesta?, Salvaremos a mi cuñada de una forma muy vistosa —expresó.

Aún hay esperanza™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora