Nueve

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Ciertamente esa respuesta estaba muy por debajo de sus expectativas, pero Lírica no se lo tomó a mal. Se quedó pensando un momento, después y con naturalidad le pregunto:

Realmente te llamas Merus o es solo un seudónimo. Yo me hice llamar Lírica. Mi nombre es Melissa.

Fue esa confesión lo que le hizo a Merus detenerse en un punto que había estado ignorando o bien al que le dió una explicación implícita en la situación que estaba viviendo Lírica o Melisa que era su nombre real.

Mi nombre es Merus- afirmó con un tono afable- Melissa ¿Por qué enviaste ese mensaje? El de la primera vez que nos comunicamos...

Melissa escuchó esa pregunta y se quedó un tanto desconcertada. Era extraño que alguien en un chat pregunte algo como eso, pues se entiende porque todos están ahí, sin embargo, en el caso de Melissa la respuesta era un tanto más complicada. Básicamente se sentía sola y quería hablar con alguien, pero también sucedía que haber hecho eso fue en contra de lo que ella creía. Mellisa pensaba que las personas no tenían conexiones genuinas por medio de los chat o redes sociales.

Una persona promedio tiene unos veinte contactos cercanos entre parientes, compañeros de trabajo o escuela y amigos. Todos los demás en una página, de Facebook, por ejemplo, son contactos necesarios y en su inmensa mayoría seguidores. Gente que no conocen ni se molestaran en conocer. Gente que está ahí solo para engordar un número que puede hacerle creer a otros, y a uno mismo, son importantes o tienen más compañía, aprobación, fama y en los casos más patéticos amor. Para Melissa nada de eso tenía sentido o un valor real, pues una vez se aparta la mirada de la pantalla...todo desaparece. Otra vez estás solo en tu cuarto, lidiando con tus problemas. Nada cambiaba, pero se equivocó. Una persona del otro lado de una pantalla podía llegar a ser importante. Incluso a influenciar la vida de alguien más. Merus tenía ese poder y ni siquiera sabía como era.

La verdad el aspecto de ese muchacho no era relevante. Lo importante era como la hacía sentir. Él aliviaba tantas cosas y la hacía soñar con posibilidades que antes le eran absurdas. El problema es que todo la estaba empezando a asustar. Sus sentimientos cobraban fuerza día a día. Y esa amistad se iba volviendo algo más. Algo que podía causarle un gran dolor si dejaba que siguiera creciendo. Mellisa había estado pensando en eso, sin llegar a ninguna conclusión, mas esa pregunta detonó una respuesta precipitada.

Estaba sola y triste- dijo Mellisa- Quería un poco de contacto humano y pensé que al menos podía distraerme un poco en esta aplicación. Nunca pensé llegar a conocer...digo a hablar con alguien como tú.

El mensaje fue recibido por Merus que al oírlo se quedó un tanto meditabundo. Iba a contestar, mas una nueva nota de voz entro.

Me has hecho muy bien, Merus. De una manera muy especial me has ayudado a enfrentar todo lo que estaba sucediendo. Pero todo está cambiando. Se está resolviendo. Y creo, pienso que, es mejor que estás charlas acaben...Yo, pronto, iniciaré en un nuevo empleo. No tendré tiempo y supongo que tú tampoco dispones de mucho tiempo. Gracias por todo, Merus. Te deseo lo mejor.

Tras ese último mensaje siguió un minuto cargado de estática que súbitamente se extinguió. Él no la sabía, pero ella borro su perfil de aquella aplicación y la quitó de su teléfono celular. Merus sintió una opresión en su pecho que le resto segundos a su reacción. Intentó comunicarse con ella, preguntarle por qué se despedía tan repentinamente, mas no obtuvo ninguna respuesta. Confundido se dejó caer sobre el asiento y permaneció allí varios minutos, esperando, digiriendo lo que había pasado.

El silencio en que quedó sumergido Merus después de aquel último mensaje, se asemejaba a ese momento que vive una persona que gusta de los días lluviosos y que mientras estaba parado frente a la ventana, ve como el agua deja de caer. Un instante de incertidumbre donde no sabes si la lluvia hizo una pausa o simplemente el clima cambio. Y te quedas ahí, esperando que algo suceda. Que el cielo se abra y el sol ilumine la tierra o que vuelvan a caer esas gotas de agua sobre el jardín, mas no acontece nada por lo que abres la ventana para ver mejor y poder encontrar un indicio de lo que se avecina, pero no hay nada que te indique lo que está por venir. El cielo sigue nublado,  la posibilidad todavía está presente pese a que solo hay silencio. Un silencio que crece conforme pasa el tiempo conduciendote a la resignación. No llevará más. Se acabó.

El mundo de Mellisa estaba resolviendo su problema. Ella no lo necesitaba más. Nunca estuvo pidiendo ayuda para su planeta. Ella ni siquiera supo que hizo contacto con alguien fuera de su mundo. Esa muchacha simplemente buscó un refugio a su soledad, a su angustia y de casualidad lo encontró a él. En cierta forma se podía decir que la ayudo, pero Merus no terminaba por sentirse cómodo con esa idea y hasta se cuestionó el porqué nunca le dijo la verdad respecto a quien era. No mintió, aunque tampoco podía decir que fue totalmente honesto. Habían muy buenas razones para no decirle a Lírica o Mellisa quien era, mas eso fue solo al principio. Muy rápidamente se olvidó de el estado del planeta de la muchacha y acabó concentrándose en ella, pero más que en ella en él. Podían parecer cosas fútiles, pero nunca habló tanto con otra persona respecto a su día a día. Ni se había sentido tan cómodo conversando con alguien. Ansiaba poder charlar con ella, escuchar lo que Mellisa tenía que contarle. Había entre ambos una proximidad muy especial. En ese instante se sentía desconectado, confundido.

Después de un par de horas, mirando hacia el espacio, Merus envío un mensaje que con toda certeza no iba a llegar a con su destinatario, sin embargo, nada tenis que ver el sentido común con esa necesidad de expresar, aunque fuera un poco, lo que sentía en palabras.

Fue agradable conocerte, Mellisa. Era muy divertido poder hablar contigo. Espero que todo siga mejorando y ... gracias por todo.

Con aquellas palabras dió todo ese asunto por terminado y volvió al cuartel. Fue al llegar ahí que sintió más fuerte esa verdad que le arrojaron a la cara sin oportunidad de impedir que sucediera: no volvería a hablar con Mellisa. E iba a extrañar esa espera, ese anhelo que culminaba con la respuesta a un sencillo mensaje.

Teslla se encontró con el patrullero galáctico en uno de tantos corredores. Al verlo fue hacia él para contarle que estuvo pensando en como mejorar la antena, así podrían triangular la ubicación de aquel mundo con mayor certeza y mejorar la comunicación. Lucía muy entusiasmado, pero la expresión del chico lo trastoco.

-No hace falta- le dijo Merus con una sonrisa sutil y una mirada triste- Ella no volverá a comunicarse conmigo otra vez- agregó y siguió su camino.

Teslla volteo a verlo alejarse. Pese a su digna postura parecía un tanto abatido. Pero allá en ese otro mundo una muchacha dejó caer dos lágrimas sobre un retrato dibujado en una hoja de papel que terminó al fondo de un basurero. Así era mejor, se dijo Mellisa, no valía la pena tener sentimientos por alguien a quien no vería jamás. Además posiblemente todo fue producto de las circunstancias nada más.

Después de dejar el teléfono celular sobre la mesa de noche, Mellisa se acurrucó en su cama abrigada por una fantasía ilusa. Se vio sentada en una banca, en el parque otoñal, hablando animadamente con un muchacho cuyo rostro fue incapaz de visualizar, pero cuya presencia la lleno de paz.

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