CAPÍTULO 2: Segundo encuentro.

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La pelinaranja despertó antes de que sonara su alarma, y ya lista bajó a hacer su desayuno, con cuidado de no hacer ruido más de lo necesario para evitar despertar a su tía o a sus primos.

Esta chica era muy independiente, tanto que lo único por lo que dependía de Magi era en lo económico, y a pesar de que su tía tenía auto, la adolescente prefería asistir a la escuela caminando, y que su tía usase el vehículo para llevar y traer a sus hijos de la guardería y el kinder.

Tomó su mochila, la colgó al hombro y clavó la llave en la cerradura, cerró emitiendo apenas un chillido casi inaudible y emprendió camino a la que era su Academia.

Al llegar, se colocó en su lugar y recargó la mano izquierda en el escritorio, que a su vez sostenía su barbilla.

Distraída contemplaba el vacío que se presentaba delante de ella, puesto que su lugar estaba ubicado a la mitad del lado izquierdo, sin embargo no había ventana junto a ese asiento, y lo único que tenía al lado era una pared con un par de grietas pequeñas.

Nada le llamabsa atención, hasta que escuchó afuera en el pasillo que golpeaban a alguien, quien pegaba gritos desesperados y pedía que pararan.

Salió del aula y se encontró con que un grupo de cuatro chicos de entre diecisiete y dieciocho años se reunían al rededor del muchacho al que le pegaban y reían al escuchar sus gritos. Eran unos desquiciados.

— ¿Qué demonios les pasa idiotas? ¿Él les ha hecho algo para que lo traten de esta manera?

Todo el mundo se quedó en silencio, nadie se atrevía siquiera a dirigirles la mirada. Aquellos bravucones eran tan sólo una parte de Hyokai, el cual era el nombre de la pandilla.

Akame aún a pesar de estar asustada, fruncía el ceño a modo de parecer dura. Cruzó los brazos y permaneció quieta.

— Vete estúpida. No sé qué te propones al venir aquí a defender a este imbécil —. Dijo uno de los matones.

— ¿Quién eres tú para darme órdenes? — Preguntó con total seriedad. — No son más que cuatro cobardes intentando hacerse los rudos, cuando en verdad solo son bebés patéticos.

— ¡¿QUÉ FUE LO QUE DIJISTE?!

Uno de los cuatro tipos la tomó por el cuello casi ahorcándola.

Entre la conmoción, el pasillo entero se quedó en silencio y varios contuvieron un grito. Quien se acercaba al hombre que ahorcaba a Akame era nada más y nada menos que el conocido como Dabi o El Demonio Azul.

— Muévete —. Susurró el pelinegro, helándole la sangre al sujeto y provocando que palideciera al instante.

El poder que poseía sobre cada uno de los miembros de su pandilla era impresionante. Con una sola orden, el otro muchacho se había hecho a un lado y bajado la cabeza hasta mirar al suelo.

— Vaya, vaya. Así que eres tú.

— ¿Quién eres y de dónde me conoces? — Le cuestionó ella con extrañes. Nunca lo había visto ni mucho menos había convivido con él.

— Ayer, fui yo quien tumbó al viejo —. El chico cada vez se acercaba más a ella, lo que provocó que la de dorados ojos retrocediera hasta terminar pegando su cuerpo de lleno en la pared.

— Te lo agradezco, pero te voy a pedir que te alejes —. Solicitó con firmeza, estaba demasiado cerca.

El más alto no le quitaba la mirada de encima ni un segundo, clavando aquellos bellos y llamativos ojos azul zafiro en los amarillos brillosos de ella.

— Pero; a cambio de lo que hice ayer, tendrás que hacerme un favor.

— Olvídalo —. Dijo empujándolo. Dios, la fuerza física de esta chica era impresionante.

— Nadie antes me había logrado mover ni un centímetro. Interesante —. Masculló para sí mismo, pues ella ya se había ido.

La mujer ya había vuelto a su aula nuevamente, aunque aburrida pues el profesor de la primera clase no asistió ese día.

La protegida de un criminal. [Dabi y OC].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora