CAPÍTULO 3: Oferta sucia.

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El día continuó con normalidad y los alumnos terminaron su jornada escolar.
Akame se dirigiría al supermercado para comprar algunos ingredientes de la comida, como siempre, a pie.

Salió de la tienda ya con las bolsas en mano y asegurándose de pasar por las calles más transitadas para evitar un momento como el de hace unos pocos días.

Antes de llegar a su hogar, decidió quedarse a descansar en un parque, el cual quedaba a unas cuántas cuadras del domicilio.

Colocó las bolsas a ambos lados de su cuerpo y se detuvo a contemplar la belleza natural que el recinto le ofrecía.

A unos dos metros de ella, había un niño de unos diez años jugando con su padre. Aquello inmediatamente llamó su atención y se preguntó seriamente el cómo habría sido su vida si sus padres aún continuaran en este mundo.

Era cierto, a veces se lo cuestionaba y una rara sensación de nostalgia inundaba su ambiente, lo que la obligaba a rebuscar en sus más preciados recuerdos, los que pertenecían a los pequeños y casi contados momentos que pudo compartir con los seres que le brindaron la oportunidad de vivir.

Recordaba las comidas tan deliciosas que solo su madre le podría preparar y los chistes y bromas que su papá le gastaba.

La chica agradecía enormemente a su casi excelente memoria por haber conservado dichos recuerdos con lujo de detalle a pesar de que ya habían pasado seis años más de su desgracia.

Suspiró con pesadez y luego se recordó a sí misma que no podía dejar que otros la viesen así de "débil", como ella llamaba a los que eran sentimientos.

Inevitablemente, una lágrima resbaló por su mejilla, sin la posibilidad de poder haberla detenido antes de caer. En seguida, la secó con el dorso de su mano vigilando si alguien la había visto.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal y dio un saltito en cuanto sintió que alguien atrás de ella le susurraba algo en el oído.

— Mira con quién me encuentro.

Volteó hacia atrás para confirmar sus sospechas, efectivamente era ese chico. De nuevo.

— ¿Por qué me buscas? Tú y yo no tenemos nada que ver —. Dijo con notable incomodidad mientras se levantaba de la banca.

Ciertamente, se sentía muy tranquila y no quería tener que ponerse a discutir por algo sin sentido. O que más bien, ella no entendía.

— Vi lo que hiciste hoy, y que uno de los miembros de mi pandilla quiso ahorcarte —. Dijo él con total serenidad, dando una calada al cigarro que tenía entre los dedos.

— Ajá, ¿y?

— Que por lo mismo, quería proponerte un trato; que no es nada complicado.

El muchacho tiró el objeto al suelo para después pisarlo con su zapato, aprovechando esto para acercarse a Akame.

— No sé qué es lo que quieres, pero de una vez te digo que no aceptaré nada que venga de ti ni de cualquiera que esté relacionado contigo —. Confesó la fémina junto a una expresión que delataba repulsión hacia quien se encontraba enfrente.

— Qué difícil eres, eso me gusta.
Lo que te quería proponer era mi protección. Como has de saber, mi pandilla es la segunda más conocida y poderosa de la ciudad, y más en esta zona, y si me tienes de tu lado, nadie nunca se atreverá siquiera a mirarte. Claro, a cambio de algunos favores cuando yo te lo pida.

Se acercó tanto que finalmente quedaron cara a cara, pero Akame no se dejaría intimidar por él, así que frunció el ceño y levantó la vista, clavando sus ojos en los de él y viceversa.

El de negros y cortos cabellos utilizó su mano derecha para acariciar el cabello de la joven Aseru, quien inmediatamente la retiró de un manotazo. Jamás permitía que nadie la tocara.

— No necesito tu protección. Por si no te has dado cuenta, yo me cuido sola. Así ha sido siempre y así seguirá siendo.
Y con respecto a los "favores", no soy estúpida; sé perfectamente qué tipo de favores quieres.
Si antes me negaba a tu oferta, ahora más.

— Comienzo a perder mi paciencia, así que más te vale no hacerme enojar.

— Y si te enojas ¿qué harás? — Le retó ella.

— Cosas que no quieres saber —. Respondió él pasando una mano por su liso cabello, sin importarle el que fuese evidente que observaba con deseo el cuerpo que la pelinaranja.

— Maldito depravado.

— Aunque a decir verdad, si te hiciera algo no creo que te niegues —. Susurró su contrario y acto seguido la sujetó de la cintura, lo cual ella no había podido detener puesto que la tomó desprevenida.

— Aléjate de mí —. Advirtió otra vez empujándolo. Esa chica cada vez lo enloquecía más.

Akame se llevó las bolsas con el mandado y se retiró a su casa, lo que ella no sabía era que Dabi esa misma noche reuniría a todo su grupo y les daría la orden de vigilar a la de ojos tan amarillos como el oro y asegurarse de que ningún otro se le acercara; de lo contrario, tenían la obligación impuesta por su líder de molerlo a golpes hasta dejarlo casi inconsciente.

Era increíble el cómo lo había impresionado tanto por su belleza como por su carácter y fuerza física. Pero no habrán de confundirse, pues Touya no estaba enamorado y mucho menos estaba ni cerca de sentir algo siquiera parecido al amor. No, él comenzaba a desarrollar una obsesión por aquella mujer que aparentemente, lo deseaba tan lejos como le fuera posible. Lo único que Dabi era capaz de sentir por ella era atracción física y sexual, pero por nada del mundo, sentimental.

La protegida de un criminal. [Dabi y OC].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora