Capitulo III La caída del Árbol de la vida.

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Zeus estaba segado, no sabía lo que estaba haciendo, los demás dioses no podían hacer nada, solo seguir sus órdenes, Zeus había ordenado invadir las tierras del bosque oscuro, reino de los elfos, todo sucedía tan rápido, la invasión fue tan rápida que no podían hacer mucho los elfos. Lucharon hasta la muerte, cada guerrero elfo murió con su espada o arco en la mano, jamas se rendirían.

El rey Isildur cada que agitaba su espada eliminaba a un dios, no dejaría que se salieran con la suya, al ver que el rey elfo estaba aniquilando a todo dios que lo enfrentara, Ares decidió enfrentarlo el mismo, una gran pelea se desarrollaría en los siguientes minutos, el dios de la guerra se enfrentaría al rey elfo, la victoria era incierta, ambos eran extremadamente fuertes.

Los golpes de las espadas retumbaban en todo el bosque, era una pelea muy pareja, Isildur no retrocedería hasta eliminar a su oponente y de igual forma Ares no desistiría hasta salir victorioso. Hasta el día de hoy, Ares no se había enfrentado a un ser tan formidables como Isildur, al cual no podía vencer, por más que se esforzaba, por el otro lado el rey elfo, estaba tomando ventaja en esta pelea, llego a un momento donde Ares ya no podía atacar, solo era capaz de protegerse de los golpes de Isildur, a tal grado que comenzó a sangrar algo nunca antes visto.

Isildur había salido vencedor, estaba a punto de asesinar a Ares, este al intentar escapar de la espada dorada del rey elfo, perdió su brazo derecho. Zeus no podía creer lo que estaba sucediendo, estaba impactado de ver la fuerza de Isildur, así que ordeno que todos los dioses lo atacaran y le trajeran su cabeza. Por más que intentaban una y otra vez, no podían hacerle ningún tipo de daño, así que Zeus aprovecho que estaba ocupado Isildur luchando con los demás dioses, y este lo ataco por la espalda, atravesando su pecho con una lanza en forma de rayo.

Había caído el rey, estaba perdió el reino de los elfos, no podían hacer más que seguir luchando, aun que sabían que morirían, no se rindieron. Al terminar de masacrar a los elfos, los dioses destruyeron todo el reino, dejándolo en ruinas, e incluso quemaron al sagrado árbol de la vida. Un árbol tan antiguo como el mismo tiempo.

En los antiguos libros, estaba escrito que el árbol de la vida, fue una hermosa princesa que se sacrificó y se fusionó con la tierra, para proteger a su gente del abismo, el árbol les proporcionaba salud, agua y paz, por muchos años al reino de los elfos.

El bosque estaba de luto, había ocurrido una masacre, habían cometido una atrocidad en contra de un pueblo, con la partida del árbol de la vida, el bosque comenzaría a volverse salvaje, había despertado y no permitiría de ningún dios volviera a entrar al bosque.

Al pasar de los días, la noticia llego a los distintos reinos, de lo que había ocurrido en el bosque oscuro, los centauros sabían que seguirían ellos, no podían permitirse perder, por lo cual pidieron ayuda al reino de los humanos, su única oportunidad en contra de los dioses era unirse y luchar juntos, así tendrían un poco más de probabilidad de ganar.

La noche que Zeus cometió el peor crimen jamás antes hecho, una diosa miraba como destruían el bosque oscuro, buscando a los pocos elfos que habían logrado escapar de aquella masacre, Artemisa una joven cazadora virgen, alta y delgada, llevando un vestido corto de color blanco, con unas botas de caza, en su espalda cargaba un arco y fechas, a su lado siempre le acompañaba un hermoso y gran ciervo blanco como la nieve, en su cornadura impecable le adornaban unas enredaderas con flores. Esta diosa estaba sufriendo por todo el daño que estaban cometiendo en contra de la naturaleza.

Montada en su ciervo llego hasta el pie del árbol de la vida, que se encontraba quemado por mano de Zeus, con un llanto desgarrador cayo al pie del árbol, mientras sus lágrimas caían sobre la tierra que rodeaba el tronco del árbol, algo sucedía, algo estaba cambiando, el poder de Artemisa estaba haciendo que el árbol de la vida volviera a florecer, con ello el bosque despertó de su eterno sueño, el árbol de la vida cubrió a la joven diosa con sus delicadas ramas.

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