𝐈𝐍𝐕𝐈𝐓𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍

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Los pasos de Nathan eran lo único que resonaban en el vacío centro comunitario

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Los pasos de Nathan eran lo único que resonaban en el vacío centro comunitario.

Caminando de un lado a otro, envuelto en la penumbra, miraba su teléfono que descansaba en el colchón.

Otra noche más en la que se dedicaba a hacer lo mismo. Una balanza interior de «sí» y «no» que lo hacía avanzar y retroceder.

Apretando los labios miró hacia sus lados, comprobando, por tercera vez, que seguía siendo el único en el lugar.

Tomó el teléfono. Buscó en su lista de contactos y al hallar tu nombre, presionó en llamar. Al escuchar los primeros tonos, sus manos comenzaron a sudar, sentía que el teléfono se le resbalaría en cualquier momento.

—¿Hola? —dijiste al responder.

Abrió la boca y sus labios se movieron con lentitud, sin emitir sonido, igual a un pez boqueando fuera del agua.

Alcanzó a presionar el botón rojo y lanzó el aparato al punto inicial como si le quemara los dedos.

Cayó en cuenta de lo que había hecho y gruñó, tirando con frustración de sus rizos.

Se sentía un idiota por como estaba actuando, nunca le sucedió algo igual con otra persona.

Ya habían salido juntos, claro; junto a los demás del servicio. Nunca los dos solos. Y no sabía por qué demonios lo ponía tan inquieto el pensar en invitarte a salir.

Tal vez era porque dabas señales confusas.

Por un momento creía que estaban coqueteando y al otro te mantenías alejada de él. Lo que él no llegaba a comprender era que no podías estar cada minuto bromeando con él, aunque sabías que las tareas que les daban eran una mierda, querías terminar todo al pie de la letra y así no tener más conflictos. Pero Nathan no podía evitar anhelar tu atención solo para él.

Tomando una profunda bocanada de aire, lo intentó de nuevo, pero no se esperó a lo que dirías esta vez.

—¿Nathan?

Un sonido gutural seguido de un chillido se le escapó.

¿Cómo sabías que era él? ¿Dijo algo, sin percatarse, en su pequeño momento de pánico que hizo que se delatara?

—Nathan, sé que eres tú.

Por unos segundos, su mente quedó en blanco.

—¿Cómo sabes que soy yo? —atinó a soltar.

—Te habías llamado con mi teléfono cuando no encontrabas el tuyo.

Se maldijo en voz baja.

—Oh, eso quiere decir que me agendaste. —usó un tono juguetón, tratando de ocultar el nerviosismo.

Te imaginó poniendo los ojos en blanco.

—¿Por qué llamas? ¿Sucede algo?

—¿Tiene que suceder algo para que quiera hablar contigo?

—Bueno, desde aquella tormenta las llamadas por parte de los cinco nunca fueron solo para saludar.

Hizo una mueca, considerándolo.

—Hoy es tu día de suerte. Nada extraño está pasando.

—Bien —esperó en silencio a que siguieras hablando—. ¿Tienes planeado hacer algo ahora?

—No, creo que no. ¿Por qué? —aunque presentía por donde ibas, trató de sonar despreocupado.

—¿Quieres salir?

—¡Sí! —se aclaró la garganta, dándose un golpe en el pecho— Sí, por qué no. ¿Con quiénes?

Rogó internamente.

—Conmigo. —soltaste con obviedad.

Nathan agitó los brazos, celebrando.

Volvió a acercarse el teléfono al oído, al escuchar que hablabas.

—Seh. Justo estaba revisando si tenía libre. —respondió.

—¿Y qué dices?

—Que tardaste mucho en aceptar que no puedes escapar de mis encantos.

Sonrió al escuchar tu pequeño resoplido.

—Estoy cerca del bar de siempre. Si quieres venir, solo te estaré esperando unos minutos. Hasta luego, tonto.

Colgaste.

Nathan soltó el aire y sonrió en grande.

Se felicitó a sí mismo por saber llevar la situación.

—Bien, Nathan. Estuviste muy bien. Hay que dejarla desear.

Observó la hora. Se arregló el cabello, viéndose en un pequeño espejo que tenía cerca, y salió de prisa a encontrarse con la chica que lo traía loco desde el primer día.

 Se arregló el cabello, viéndose en un pequeño espejo que tenía cerca, y salió de prisa a encontrarse con la chica que lo traía loco desde el primer día

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𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 | Robert SheehanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora