𝐂𝐎𝐊𝐄

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Eufórica, entraste a la habitación de Vanya sin tocar para comunicarle lo que mamá te había pedido; avisarle a tus demás hermanos que horneó galletas y ya estaban puestas en la mesa de la sala de juegos

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Eufórica, entraste a la habitación de Vanya sin tocar para comunicarle lo que mamá te había pedido; avisarle a tus demás hermanos que horneó galletas y ya estaban puestas en la mesa de la sala de juegos.

—¡Hey, Vany! Las ga... ¿Qué estás haciendo? —preguntaste, confundida. Olvidándote de las deliciosas galletas y que si no te apresurabas, Diego se las terminaría comiendo todas.

La amante a la música se encontraba sentada en su escritorio, con una pequeña botella de Coca-Cola y bolsitas plásticas acomodadas prolijamente delante de ella.

—Oh, quiero ganar dinero para comprarle un accesorio a mi violín —habló, haciéndole un pequeño nudo a la bolsita que acababa de llenar con el líquido oscuro—. Ayer vi a Klaus saliendo de la academia con bastante dinero y hoy lo oí decir que había ido a comprar Coca, pero que su precio era una estafa. ¡Así que venderé Coca-Cola! —sonrió en grande, viéndose realmente motivada.

No sabías qué responder.

Por primera vez, la séptima Hargreeves te había dejado desconcertada.

—Oh, que bien —balbuceaste—. Ya olvidé a qué venía, pero... Hasta luego. —saliste corriendo a la habitación del médium.

A penas entraste, te dirigiste a él, que estaba sentado en el suelo y le diste un golpe detrás de la cabeza.

—¡Ah! ¿Y eso por qué? —se sobó el lugar afectado.

—Por Klaus —te volviste a cerrar bien la puerta y te acercaste de nuevo para decir en voz baja—. Vanya te escuchó hablar sobre drogas y ahora pretende vender Coca...

—Tengo una hermana traficante, ¿y ahora me entero? ¿Crees que me haga un descuento?

Contuviste las ganas de darle otro golpe.

Exhalaste, tratando de calmarte y afirmaste las manos en tus caderas.

—Quiere vender... Coca-Cola en bolsitas.

Estaba bebiendo de una petaca y en un ataque de risa, el líquido le salió por la nariz.

—Trata de arreglar eso. —apuntaste, intentando de contener una risita.

—¿Qué esperas que haga? —tosió un poco y guardó el recipiente en su pequeño escondite.

—Explicarle que eso que compras no es la bebida.

Desinflándose en un resoplido, se dejó caer al suelo, extendiendo sus largas extremidades. Aprovechaste a tomarlo del pie y comenzar a arrastrarlo para sacarlo de la habitación.

—¡Bien! ¡Bien! Ya déjame. —se puso de pie, tirando de su camisa, en un intento de alisarla.

—¿Quieres que te deje? —lo miraste, entornando los ojos.

—No —hizo un puchero y al segundo cambió su semblante por una sonrisa coqueta—. ¿Alguna vez te dije lo hermosos que son tus ojos?

—Sí, y los tuyos también son muy bonitos. Sé que quieres distraerme, no funcionará. Así que, andando. —señalaste con la mirada la puerta contigua.

—Un beso para tomar fuerzas. —se acercó, posando sus manos en tu cintura.

Te cruzaste de brazos, tratando de inmutarte a sus rosados y suaves labios.

—Después que vayas a hablar con ella te daré todos los besos que quieras. ¡Ahora, mueve ese trasero apretado!

Avanzó unos pasos, dándose a sí mismo una nalgada y se giró, caminando de espaldas.

—Y para que lo sepas, no eres muy intimidante.

Antes de que pudieras decir algo, apenas llamó y entró deprisa en el espacio de la castaña.

Tenías curiosidad por cómo le explicaría, pero decidiste mejor ir a esperarlo en su habitación.

Luego de unos minutos, en los cuales te la pasaste jugueteando con unos adornos extraños que tenía el chico en su escritorio, él volvió.

—¡Ahora mis merecidos besoooos! —cantó, lanzándose a ti.

—¡Ahora mis merecidos besoooos! —cantó, lanzándose a ti

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No sé que hice, so...

No a las drugas. Si a los suculentos pasos de baile de Klaus.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 | Robert SheehanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora