V.

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Me estacioné y apagué el motor, me tomé un tiempo antes de salir del auto y entrar al local.

Me miré por el retrovisor y no pude evitar reparar en las enormes bolsas que yacían bajo mis ojos, se veían fatal, no podía salir así; tomé un par de lentes de sol que se encontraban en la guantera y arreglé un poco mi pelo antes de dirigirme al lugar, después de todo seguía siguiendo figura pública, ¿no?.

A juzgar por las enormes letras que el local tenía en su techo supuse que se trataba de un lugar de hamburguesas, ya sabes, de aquellos donde no sabes si realmente es carne lo que estás comiendo y las papas fritas de tu porción son probablemente las rezagadas de hace unos días, pese a todo eso debo admitir que su sabor no me disgustaba.

Entré al lugar y el bullicio de la gente se apoderó de mis oídos, los gritos de los niños en el área de juegos era lo que más predominaba junto con un olor indescriptible que al instante inundó mi nariz, caminé hacia el mostrador dispuesto a ordenar y me paré en seco al ver la fila que había ante mí, no pude evitar sorprenderme de la cantidad de personas que consumían este tipo de comida. Probablemente la mayoría venía por ser algo práctico mientras que el resto lo hacía por sus hijos, a los niños les encanta correr por aquí y por allá mientras comen comida chatarra ¿verdad?, estaba seguro de que los pequeños disfrutaban jugar con las manos grasosas y manchas de ketchup hasta en la nariz, es lo que los niños hacen.

Aunque el número había disminuido, aún había bastantes personas delante de mí, suspiré cansado mientras masajeaba mi sien... detestaba esperar.

— Siguiente —gritó un chico de manera desganada y reaccioné al ver que era mi turno, llegué al frente y soltó un suspiro pesado antes de seguir— Bienvenido al mundo de la hamburguesa, una tierra de alegría con las mejores papas fritas, mi nombre es Andy y-

—Gracias Arnie —lo interrumpí intentando sonar amable, no tenía tiempo para esto ahora.

—Andy —señaló sin emoción alguna.

—Si, eso —dije restándole importancia—. Dame el combo cuatro y cambia la soda por una de dieta, ¿quieres? —dije buscando el dinero en mi cartera.

—¿Desea cambiar sus papas medianas a unas grandes por tan sólo-

—Medianas están bien —, le interrumpí— gracias.

—Serían $5.99 señor —respondió con el mismo ánimo de hace unos minutos, no lo culpo, este sería el lugar en el que menos me hubiera gustado trabajar de joven, yo a su edad llenaba cines enteros sólo por que mi nombre se encontraba en el póster de la película más reciente—. ¿A qué nombre va el pedido? —dijo anotando en una bolsa de papel.

—Anthony, Anthony-

—¿Walker? —ahora fue él quién interrumpió, dejo de escribir y puso la bolsa en una barra detrás de él,  por primera vez vi un gesto diferente a uno amargado, en su lugar se encontraba un ceño levemente fruncido con una pizca de confusión—, demonios ¿qué haces aquí?, si fuera tú no me atrevería a salir de casa por lo menos durante un año, no sin una reconstrucción facial e identidad falsa, eres muy valiente al-

—¿También te pagan por conversar con clientes? —interrumpí de nuevo, ahora un poco irritado—mira, Larry, vine manejando por 15 minutos con prisa y hambre, lo único que quiero es tener un desayuno lo menos mediocre posible antes de un compromiso que me revuelve el estómago de tan sólo pensarlo, sé todo lo que dicen allá fuera de mi y no necesito volver a pensar en ello, ¿por qué no vas hacia la barra y traes la comida?, lo que quiero es irme a mi auto y comer en paz.

La cara del joven regresó a la misma cara de antes mientras llegaba quien parecía ser uno de sus compañeros, ambos vestían el mismo uniforme pero a este le quedaba mejor, era más alto y fornido en comparación al otro chico.

Las paredes lloran © (Crying Walls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora