➰Con la caída de la carrera de Antony Walker su vida de actor termina en un departamento de mala muerte. Las drogas, alcohol y un viejo sillón serán su compañía en aquel lugar junto con cuatro paredes que no cesan su llanto.
Me sobró algo de dinero tras ir a ese horrible local "tapa-arterias", así que de regreso a casa pasé por una licorería y compré lo más barato que encontré; un ron.
Dejé la botella en la cocina pensando en beberla después, entré a mi habitación y al abrir la puerta la luz de la sala apuntó hacia la prenda que había dejado sobre las sábanas horas atrás, me senté en la cama y la recorrí con mis dedos una vez más dejando que la tela al tacto me ayudara a recordar...
Había cámaras por todos lados y cientos de preguntas lanzadas hacia mis oídos esperando ser contestadas, llevaba una sonrisa de oreja a oreja que se amplió más al ver a mi compañero llegar, vestía un traje azul que combinaba con el color del mío, estaba sonriendo y saludando a todos, así era Archie. -¡Walker!- saludó dándome un abrazo. -Woods -respondí de la misma manera.
Ambos posábamos para los fotógrafos y respondíamos a los reporteros, en momentos como ese me sentía en la cima del mundo, me envolvía en megalomanía y sentía que nadie me podía parar; me sentía eterno. Al terminar el evento Archie y yo fuimos a camerinos, debíamos cambiar nuestro atuendo antes de ir a casa; cosa que hacíamos seguido mientras estábamos en rodaje, aunque era una actividad cotidiana fue la charla que tuvimos en ese momento lo que la hizo diferente:
—Estaremos encabezando las noticias de mañana, Tony —dijo mientras desataba el nudo de su corbata—. ¿No es grandioso?, sólo imagina, nuestros nombres estarán en cada periódico que se venda, cada pantalla que se encienda y cada letrero que ilumine de noche el Times Square —dijo con la emoción igual a la de un niño pequeño en día de navidad, no pude evitar reír ante su actitud.
—No es la primera vez que pasa, Arch —dije divertido—. ¿Por qué te sorprende tanto?, a este paso será nuestro pan de cada día.
—Ya sé Tony, eso no lo dudo —dijo colgando su saco en el perchero para después sonreír, sonreía de una manera en la que jamás lo había visto hacerlo, mostraba suavidad, nostalgia y ternura, era una sonrisa tan peculiar que aún recuerdo la forma, el ángulo y la dirección de su curvatura; me miró, sus ojos irradiaban un brillo de admiración y fraternidad, jamás me había mirado así antes, cómo era menor que yo, siempre me gustó pensar que me veía como su hermano mayor dentro del estrellato, su sonrisa aumentó aún más y siguió hablando— mucho menos si te tengo como compañero, sé que contigo a mi lado puedo tener mi rostro plasmado hasta en la luna—dijo dando un puñetazo en mi hombro de manera amistosa—.
Fuimos imparables juntos, si una película se volvía un éxito era porque ambos participamos en ella, si estábamos nominados a premios era porque íbamos a ganarlos, éramos la mejor pareja de Hollywood, éramos extraordinarios... Me encaminé hacia el licor que yacía sobre la cocina, abrí la botella y me serví un poco... «¿Qué sería de él ahora?», pensé sin querer di un trago, «¿Me odiaría también?», si otro más, «Bien podría haber llamado», llené de nuevo mi vaso, «Es un imbécil», llevé la bebida hasta mis labios y dejé que el ron se deslizara sobre mi garganta, «Bastardo infeliz», y con ese último pensamiento fue suficiente para que el ciclo se repitiera hasta que la botella quedó vacía.
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