Llegué. Limpié sin ganas mis zapatos sobre la alfombra bajo la puerta antes de finalmente entrar.
"Welcome" se alcanzaba a leer en la tela blanca que ahora era gris, dejé salir un suspiro pesado; ni estando en casa me sentía bienvenido.
Cerré con cuidado la puerta; estaba seguro de que alguien podía escucharme. Lancé mis llaves sin ganas hacia la pequeña mesa que tenía a mi izquierda y en lugar de escuchar su choque contra la madera, llegó a mis oídos un sonido más bien parecido al de un chapuzón...«Mierda, cayeron dentro del florero...otra vez», pensé.
Suspiré mientras me quitaba mi abrigo y lo colgaba en el perchero a mi derecha, «hay cosas que nunca cambian», a veces creía que yo era una de ellas.
Terminé de entrar en mi hogar y me dejé caer en el sofá, pude sentí los resortes crujiendo en mi espalda a medida que me hundía en él, me disponía a encender uno de mis cigarros cuando al abrir la cajetilla noté que estaba vacía, dejé la caja en el mismo lugar donde yacían mis llaves y regresé a sentarme, esta vez sobre algo más que los molestos resortes de mi sillón.
Me levanté y dirigí la mirada hacia el bulto que se encontraba en el mismo lugar que mis pantalones hace unos segundos, era una pequeña bolsa de celofán con polvo blanco dentro, no había que ser muy listo para saber de lo qué se trataba, tampoco para notar que buena parte de su contenido estaba esparcido por el cojín.
«Es de la cara», pasó por mi mente mientras me abofeteaba de manera imaginaria al ver el pequeño distintivo dorado que tenía la bolsita, me quedé inmóvil unos momentos contemplando como gran parte del poco dinero que tenía se fue a la basura en cuestión de segundos... no podía dejar que se tirara así de fácil, ¿verdad?.
Saqué la tarjeta de presentación que había guardado en el bolsillo de mi camisa, me arrodillé frente al mueble y comencé a usarla para juntar todo el polvo en una pequeña pila que después dividiría en cuatro partes (lo más iguales posible) creando así cuatro líneas; la tarjeta cayó de mis manos dejándome ver el número telefónico anotado en ella con caligrafía despreocupada...
«Debería llamar», pensé, acto seguido inhalé una vez, «No, no hace falta» e inhalé una segunda, «Ya no tienes nada, se acabó» así que inhalé una tercera, «Debería llamar», pensé de nuevo y repitiendo mi acción inhalé por cuarta vez, dejando así el sillón sin rastros de cocaína.
Limpié mi nariz vagamente con la manga de mi camisa, me recosté en el piso y miré el techo, en ese momento me di cuenta de que metí la pata... Saben lo que hice, mi agente lo sabe, la prensa lo sabe, los medios venden historias como pan caliente y ya puedo ver el título de la mía: "Anthony Walker, el hombre del momento", o quizá: "El fin de Walker, ¿adiós para siempre?", tal vez: "¿Qué pasó con el actor hollywoodense?", y si se ponen creativos puede hasta ser: "Tony W., el actor taquillero que ha robado cientos de corazones es ahora el mismo que poco a poco los va quebrando"...
El mirar hacia el techo me resultaba terapéutico, el contemplar sus grietas me hacía caer en cuenta de la realidad en la que vivo, "mi realidad". Esta actividad me hacía apreciar el aquí y el ahora, algunas veces preocupándome por el futuro y otras atormentándome por el pasado pero en este preciso momento en el que me encuentro recostado boca arriba en el piso de mi sala tras haber inhalado cuatro líneas de cocaína en una sentada fue cuando caí en cuenta de que, en efecto, ya no tengo nada. Se acabó y estaba en lo correcto...debería llamar.
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Las paredes lloran © (Crying Walls)
Misterio / Suspenso➰Con la caída de la carrera de Antony Walker su vida de actor termina en un departamento de mala muerte. Las drogas, alcohol y un viejo sillón serán su compañía en aquel lugar junto con cuatro paredes que no cesan su llanto.