Vivimos en un mundo donde la gente requiere equidad, pero muchos no asumen de forma ecuánime la responsabilidad de los errores que cometen.
Algunos eligen aceptar las consecuencias de sus actos, mientras que otros eligen ignorarlas porque es la opción más fácil.
Olvidan el peso invisible de sus acciones.
Ese era el primer día de clases, un simple contacto con la nueva escuela. Desde que entró por la puerta de ese extraño lugar, nadie la había ignorado. No fue diferente cuando ingresó por primera vez a su clase, pero era algo tan monótono en su vida que estaba acostumbrada.
En la clase no hizo más que presentarse e intercambiar miradas coquetas con uno de sus compañeros, Nanai.
Al final de la clase, él se presentó con ella, llevándola a algún lugar con la excusa de mostrarle lo mejor de la escuela.
Terminaron en un vestidor, ella acorralada, con su espalda contra los casilleros, y Nanai al frente, mirándola con lujuria.
—Que cosas... apenas llegue y ya quieres tener sexo conmigo, ¿o me equivoco?
—No te equivocas.
—¿Tan atractiva soy? —preguntó de manera inocente, mientras se dedicaba a tocar los brazo del chico.
—No es solo eso. Eres la chica más atractiva que he visto en la vida. Por favor, déjame complacerte —sonrió.
Ya entiendo como todas caen a sus pies.
—¿Entonces, me permites?
Malee simplemente asintió. Nanai, sin perder el tiempo la dejo en ropa interior y luego él se desvistió hasta estar desnudo por completo.
—Hueles tan bien —dijo olfateando su cuello, pronto, comenzó a besar aquel lugar.
Nanai acarició sus senos y los masajeó, puso uno en su boca y lentamente acarició su intimidad. Malee cerró los ojos y disfrutó lo que le hacía, cuando la penetró jadeo. Nanai la penetraba con brusquedad, si fuera alguna otra chica seguro se sentiría sucia, pero, en cambio, ella lo disfrutaba, hace mucho no tenía sexo con un hombre.
—Nanai, más rápido~.
—¿Cómo esto? —la penetró más rápido.
—Si, así~.
—Me emociona oírte gemir~.
Más tarde, cuando tuvieron el orgasmo, Nanai salió de ella y se puso ropa, Malee imitó sus movimientos.
—Gracias —le dijo a lo que él la miró confundido, pero no pudo decir nada más porque ella se fue.
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—Hola, soy Nanno, es un placer conocerlos —sonrió.
