Epílogo

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Entre los escombros y oscuridad se erguió una figura trasparente de luz, venía desde fuera arrastrando el resplandor que quedó luego de llover. La expresión en su perfilado rostro era indescifrable, pero sus ojos gritaban preocupación en torno a un punto de la habitación. En el centro un bello ángel yacía, manchado de sangre y con un montón en enredaderas alrededor de su brazo alzado y torso. En el torso tenía una abertura donde las lianas habían hurgado hasta sacar su puro corazón, mientras en su mano sostenía el del intruso.

Él caminó lento hasta que llegó a ella, tomó su corazón y se lo colocó en el pecho como si fuera un simple engranaje a un tonto mecanismo. Su espalda se arqueó de forma dolorosa hasta que alas de enteras plumas, brotaron haciéndolo ver majestuoso en todo su porte. Lo había logrado, era un ángel otra vez, sin embargo con la fuerte arma de sentir que no había tenido por mucho tiempo, pero que en ese momento hubiera deseado no tener. La vio tendida sin vida una vez más, fue tan doloroso que recordó estar viviendo el momento en que vio a su Azure siendo arrastrada por el pueblo. El pueblo... tan llenos de venganza, con almas tan inclinadas al infierno, personas así no podían estar pisando esta tierra tan llena de pecadores como puros de corazón. ¿Acaso él era diferente? Tan solo era un ser maldito, otra vez.

Jamás aceptó a otros la otra parte del castigo de los ángeles, que consistía en una vez rota la maldición y vuelto a amar para contrarrestar toda la maldad que nacía en su ser, volvería a ser parte del clan de los cielos. Sabía que la había manipulado para lograrlo, pero no le dolió más que en el momento que colocó sus sentimientos en él, fue algo explosivo, pero que ahora podía controlar. Ella no merecía desvanecer sus restos en los escombros de un edificio derrumbado, ella debía llegar al paraíso. Él una vez le prometió un boleto al cielo, pues se lo daría antes de partir.

La cargó en sus brazos sin dejar de observar su pálido rostro herido y se encaminó a salir de la destrucción. Caminó un largo camino a través del bosque hasta llegar al valle que había sido testigo tanto de su odio como su amor. Se paró sobre la roca acostumbrada y alzó el pequeño cuerpo sin vida y sangrante, juró que podía ver cómo alas hermosas salían de ella para llevarla al paraíso, así que no tendría problema para ir por sí misma, por lo que la dejó ir. Lo que él vislumbró que era su alma yendo a donde todos los buenos espíritus debían ir, solo era un cuerpo cualquiera cayendo en el agua que una vez había recibido el toque divino.

La luz se perdió en la copa de los árboles y el cielo triste desprendió calor, pero en realidad jamás debería haber cambiado su estado de humor porque lo que le depararía al buen pueblo de Reshville no era más que una tormenta de cenizas y sangre. Él vagó entre ellos, con sus alas abiertas dejando ver el espécimen eterno que era, solo que si todos los ojos del lugar se habían cerrado, ¿quién lo estaría mirando? Estaba solo, estaba solo otra vez, en un pueblo fantasma que nunca tuvo una felicidad propia y en el cual cada primero de septiembre una criatura inocente desaparecía por su obra, solo que en este día especial, sería la mayor tragedia vista jamás, por la que él pagaría. Y no, nadie le lanzaría ninguna otra maldición monstruosa, sino que él ya estaba maldito, tan solo ser él arrastraba a todos los de su alrededor a la perdición.

Así, el bello ángel convertido en demonio, vagaría por más siglos en la tierra, llevando caos, dolor y destrucción consigo, con la esperanza de poder encontrar a su amor, una vez más. 

The HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora