Sonnerie

285 34 13
                                    



Agosto de 2020




Ha sido una semana de mierda, en toda la extensión de la palabra y con el respeto que ustedes se merecen.

El lunes estuvimos full, lo que se extendió por el resto de la semana, a eso le sumamos que papá se enfermó. Afortunadamente Fabrizio pudo controlar toda la situación, bueno, estoy segura que no lo habría hecho sin la ayuda de Sandra.

Además, justo me habían dado la confianza para apoyar de pleno a Marie con una presentación para alguna de nuestros sponsors, cosa que había estado muy bien, pero sencillamente mi mente no estaba aquí, hice lo que podía con las herramientas que tenía.

Siendo ya sábado lo menos que quería era seguir encerrada en la casa de mi padre, estaba internado hasta el día lunes, así que me conformaba con verlo un rato y después cumplir con lo que le había prometido hace días a Pierre.

En mi mano se encontraba una pizza de nuestro sitio favorito, algunos snacks y en mi espalda mi bolso con alguna que otra prenda para quedarme en su hogar, debía aprovechar el parón de verano, quería pasar tiempo con él.

Mi teléfono suena y sé que es Mauro, pero no me siento lo suficientemente animada para seguir hablando con él, me cohibo mucho y vivo comparando mi relación con él. Hay una estela entre nosotros y no acabo de entender qué es lo que sucede, por qué no puedo ser igual de entregada de lo que es él conmigo.

Me pesa, porque no ha pasado más de un mes y algo desde que empezamos con esto, pero simplemente no avanzamos. La emoción de los primeros días se quedó en el mismo lugar, no se transformó ni mejoró a partir de ellos. Sólo estaba ahí, como un mal plan.

El camino se me hace corto y en menos de lo que pienso ya me encuentro en el edificio donde vive Pierre, que ha estado atento todos estos días, preguntando por papá y sobre todo, preguntando por mi. Lo que hace más complicado dejar ir esa espinilla que tengo desde mi cumpleaños, porque no hace falta saber mucho como para ver como me comporto cuando estoy alrededor de él.

Soy una abeja en todo el significado de la palabra.

Cuando llego a su piso su puerta está abierta de par en par, hace unos segundos me había indicado que subiera directamente. Dejo todo en el comedor y no encuentro rastro de él, me acerco hasta la primera habitación buscándolo, nada. Pruebo en la suya y finalmente lo encuentro saliendo de la ducha, con una toalla abrazando su cadera, lo que me hace retener la respiración por unos segundos.

— Es un poco arriesgado dejar la puerta de tu departamento abierta, ¿no crees?

— ¡Abejita! — Sacude su cabello y algunas gotas caen en mi camisa, lo que no me molesta para nada sí tomo en cuenta la vista que me está dando. Sonrío de lado mientras se acerca lentamente hacia mi, cogiendo mi cara y dejando un beso en mi frente. — Te extrañé.

Lo miro por unos segundos, no puede ser que me sienta así. No tiene nada que ver con la toalla, la ducha o su físico, el puro toque de sus manos en mis brazos es suficiente para sentir más de lo que he sentido con cualquier otro acto de Mauro.

Me alejo rápidamente y veo cómo su rostro se tiñe con desconcierto antes de hablarle. — Iré a servir la pizza, tú... —No vuelvas a mirar su v, Bea, no lo hagas. — Ve vistiéndote, te espero.

Salgo corriendo hacia el comedor, y una vez que estoy en la cocina puedo respirar con normalidad. Esto no debería pasar, no puede pasar. No soy el tipo de mujer de Pierre, y mientras más rápido lo entienda, más tiempo me ahorraré.

𝗕𝗲𝗹𝗹𝗶𝘀𝘀𝗶𝗺𝗮 | 𝗣𝗶𝗲𝗿𝗿𝗲 𝗚𝗮𝘀𝗹𝘆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora