Cascadas.

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Mi cabello de color negro como la noche se encontraba siendo cepillado de un lado, viendo mi reflejo en aquel viejo espejo. Un hermoso marco de madera, algunos detalles en oro y diamantes protegen el cristal de uno de los espejos que algunas veces solían hablar.
Un labial lo suficientemente pálido para aparentar que no llevo aquel color en mis labios, se posa en los mismos, los hacia lucir naturales. Daba un aire de elegancia y pureza, el complemento perfecto que le hacía falta al atuendo que había escogido para aquel día. Un vestido corto con un bello estanpado de flores, cubría mi figura, y una diadema con algunos zafiros hacia mi cabello negro lucir más brillante y elegante.
Y así continúan mis días luego de darles inicio tomando una ducha en la pequeña cascada del bosque, aunque la torre tenía una ducha, prefería limpiar mi cuerpo en aquellas agua cristalinas del bosque. Era más relajante, escuchar los pájaros cantar, sentir mi piel erizarse cuando una brisa hacía que el agua se sintiera un poco más fría.
Al estar de regreso en la torre, sintiendo mi piel fresca y limpia ante las aguas cristalinas de aquel lugar, me disponía a ver el día pasar, uno de muchos. Después de todo , esta era mi rutina desde los siete años de edad cuando fui atrapada en este lugar con un hechizo que no me dejaba escapar y siempre me haría regresar. Como si tuviera una cadena que hacía que al llegar la noche si estaba lejos, me regresara a la fuerza a este lugar, una y otra vez.

Claramente no tenía una cadena, es una metáfora. Aunque algunas veces dudo que lo sea, cuando la noche cae y estoy lejos de este lugar, siento algo pesado en mis muñecas, en mi pecho. Siento como si mi corazón estuviera encadenado, y un pestañeo ;soy arrastrada a la torre.

Preparar el desayuno, uno de los rituales que hago todos los días. Un dulce pie de arándanos, cuyo aroma me transporta al castillo donde alguna vez viví. Cada vez que hacía aquello, mi mente se transportaba a pedazos borrosos de memorias guardadas en cofres ; donde el aroma recorre mágicamente todos los pasillos del castillo hasta llegar a donde yo me encontraba.

Con cuidado el recipiente con este postre es colocado sobre una mesa cerca de una ventana. Sirvo algo de agua en un cáliz y me siento a comer ofreciéndole de mi pie al dragón que custodia mi torre y aleja a todas aquellas personas que van en busca de algo que yo no puedo ni debería ofrecerles, ¿qué? No lo sé, a mis diecisiete años aún no lo logro descubrir y ya me ha dado igual…
Si se supone que alguien debe romper mi hechizo y el dragón no deja acercarse a nadie fuera de algunas pequeñas hadas y el hada madrina… ¿Cómo se romperá mi hechizo?
No tenía mucha lógica, todo hechizo por alguna extraña razón debe o suele ser roto por alguien más, pero ¿quién rompería mi hechizo si no pueden acercarse a la torre?

Las horas transcurren, intercalando entre preparar la merienda, el almuerzo y  releer la biografía de Rapunzel, por tercera vez desde que tengo aquel libro. Me alegra que al menos ella haya salido de la Torre y se haya quedado con su chico. Aunque realmente siento algo de envidia, pues yo también anhelaba aquello. Anhelaba poder escapar, la idea del chico no era algo que realmente me hiciera sentir deseo, solamente quería salir y ver el mundo de noche, como ella. Y no tener que regresar a la torre una vez que el sol en el cielo ya no se encontrara , y en su lugar , la bella luna lo remplazara.
Y sin planearlo me he quedado dormida, tan profundamente que olvido por completo cerrar la ventana que había en mi alcoba. Hasta que una luz me ha despertado, es tan fuerte que creí que el día había llegado, demasiado rápido, así que me reincorporo en la cama tomando asiento y destregando mis ojos antes de abrirlos, pero aún es de noche. La luz ha pasado por mi ventana y ahora se encuentra en la sala de la Torre. Y la curiosidad me invade, una fina bata de seda cubre mi cuerpo atando esta en mi cintura. Tomo una vara de hierro de acomodar la leña en la chimenea y así empiezo a dirigir mis pasos hasta las escaleras, las cuales bajé lentamente.

-¿Quién eres..?

Apenas podía formular aquella pregunta, mis ojos trataban de acostumbrarse al brillo que invadía la habitación.
Y al escucharme la persona volteó a verme y empezó a volar a lo que yo a sustada tiré la vara que estaba en mis manos. Por instinto mis brazos subieron a la altura de mi rostro y cubrieron este.

Lágrimas y polvillo de hadas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora