Los cometas son de las cosas más mágicas y maravillosas que pueden existir. Amaba verlos siempre que pasaban por los cielos de forma tan fugaz, que parecían ser producto de la imaginación.
El balcón era abierto, no tenía techo lo que hacía posible visibilizar de mejor manera los cometas.
Mis pasos se dirigieron de forma tranquila hasta el lugar acordado, pero por alguna extraña razón estaba nerviosa. Mis manos sudaban tanto que temía dejar caer la botella de vino entre estas.Al llegar, me quedé paralizada, habían luces de un color amarillo decorando el lugar, eran velas en envases de cristal, flotaban al rededor y sobre la chica, la luz era tan baja que creaba un ambiente relajante. La piel de sus brazos estaba descubierta, tenía un vestido rosado de tirantes, su cabello castaño claro solo se encontraba recogido en una pequeña parte, en una pequeña coleta alta. Sus alas estaban expuestas y la luz rosada de estas era baja casi inexistente, pero suficiente para darle ese toque celestial.
Estaba viendo el cielo sentada en aquella manta que había colocado en donde debían ir las sillas y mesita del balcón. Al notar mi presencia sonrió haciendo un gesto con su mano mientras sus alas se desvanecían.
—Estás aquí. Por favor, acércate princesa Hanna.
Me acerqué y mientras ella se ponía de pie y me observaba de pies a cabeza, temía que no le agradara algo en mi vestuario. Mientras ella lucía hermosa, impecable, inocente, yo parecía ser todo lo contrario.
—¡Te ves hermosa! El negro es tu color.
Lo era, mi color favorito era el negro, era otra de las razones por las cuales decían que era extraña.
—También te ves muy hermosa, Olvia. El rosa luce muy bien en vos.
—Muchas gracias. Pero ahora. —Aclaró su garganta — Princesa Hanna, sería un honor que tomara asiento para que me acompañara en esta hermosa velada del baile del cometa.
Dijo haciendo un gesto para que me sentara en la manta.
—El honor es todo mío, su majestad Olivia.
Tomé asiento dejando la botella de vino en medio de nosotras junto al resto de platillos y utensilios que se encontraban acomodados en aquella superficie.
—Es la primera vez que veré los cometas con alguien luego de mucho tiempo.
La nostalgia se posó en mi pecho formando una sonrisa con ese mismo sentimiento en mis labios.
—Para mi es un honor ser tu compañía.
Su mano se posó en la mía y la apretó suavemente, pude sentir la calidez de esta llegar hasta mi corazón. Olivia tenía tan solo dos días en la torre, no habíamos conversado mucho, pero hacía que no me sintiera sola. Y eso para mi, ya era más que suficiente.
—¡Bien! Hora de abrir el vino y brindar.
Dije con algo de entusiasmo tomando aquella botella de cristal y el saca corchos para abrir esta. La chica tomó las copas en sus manos y las acercó a mí para que yo sirviera aquel líquido en el fino cristal.
Dejando la botella de lado tomé mi copa y la moví lentamente en círculos acercandola a mi nariz para percibir el aroma. La chica me imitó y antes de beber hicimos un brindis.—Por mi nueva compañera de torre.
—Y por la bella noche que nos llevó a un baile del cometa.
Las copas chocaron sutilmente antes de que ambas tomáramos de estas. El sabor era amargo, pero extrañamente dulce a la vez. Y en ese momento los cometas empezaron a iluminar el cielo.
—¡Ya inició!
Observe a la chica y como sus ojos se iluminaron por los cometas cuando pasaban. Era extraña, tan extraña como una de esas masas del espacio exterior, pero tenía algo que te cautivaba, la necesidad de conocerla. Tal vez era porque había estado mucho tiempo sola en la torre que el hecho de conocer a alguien nuevo me hacía feliz.
Los cometas decoraban el cielo, eran tan fugaces que en un parpadeo podías perderlos de vista.
—¿Quieres verlos más de cerca?
Preguntó y yo la observé confundida.
Se puso de pie y sus alas rosadas salieron a la vista mientras extendía su mano hacia mí.—Tranquila, no te dejaré caer.
No podíamos alejarnos de la torre, no sabía lo que planeaba, pero el vino en mi sistema me hacía creer que era capaz de todo. Así que no dudé en tomar su mano y levantarme. Nos acercamos al barandal del balcón y subimos a este. No sé cómo lo hizo, deduzco que polvillo de hadas. Porque cerré mis ojos unos segundos y cuando los abrí estaba flotando tomando su mano.
Ella movió sus cristalinas alas y me llevó hasta el techo de la torre donde nos sentamos a ver los cometas. El vuelo duró pocos segundos, pero fueron suficientes para que el licor y la altura me marearan.
—Te acostumbras después de un tiempo.
—Eso lo dices porque no sos una humana común que no había volado en un largo tiempo.
—No creo que seas común. Te enseñaré a hacerlo, con mi ayuda, claro. Solo confía en mi.
Su sonrisa y sus ojos me hicieron confiar.
Tal vez en ese momento no debí hacerlo, tal vez no debí confiar. Sin embargo, desde que llegaste a la torre, me hiciste querer hacerlo. Ya no estaba sola en aquellas paredes grises, tenía a alguien. Tenía a alguien que me hacía confiar, que con su amabilidad hacía que creyera que era capaz de todo. Esa noche. No lo sabía, pero esa noche fue la primera vez que me entregué a vos, confiando.
Esa noche, reímos, hablamos, bailamos, y nos embriagamos. Fue la primera vez que me embriagué con vos, y no por vos...
ESTÁS LEYENDO
Lágrimas y polvillo de hadas.
Random«Llegó a mí con aquellas hermosas alas cristalinas de colores pastel. Me embriagó con su dulce voz. Empecé a escuchar melodías desde que escuché su risa...» «Me enseñó lo que creí que era el amor... Pero también lo que no debía ser. Y al igual que s...