Capítulo 19

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Capítulo 19

M:  ¿Qué pasa? —Su voz está en pánico, pero no puedo mirarla. Tengo que salir del auto.
Ahora.
L: Para, Martina.
M: ¿Estás enferma?
L: ¡Sí! ¡Para!
Estamos en una parte remota de Buenos Aires, casi desierta y oscura. El cielo se abrió todavía más en una lluvia torrencial, como si alguien estuviera llamando una tormenta.
Derrapa hasta parar al lado de la calle, y antes de que incluso se pare completamente, salgo del auto, golpeo la puerta, y comienzo a caminar, rápidamente, mi camino iluminado por las farolas.
M: lu —llama detrás de mí. — ¡Detente, Lourdes!
L: Déjame sola, Martina.
M: ¿Qué pasó con vos? —La escucho aproximándose a mí, sus pies arrastrándose en la grava al lado de calle, entonces me giro y la enfrento.
L: ¿Cómo te atreves?
Ella detiene sus pasos, sus ojos abiertos de miedo y preocupación, y mantiene las manos hacia arriba, como si estuviera siendo asaltada.
M: ¿Qué?
L: Te dije que no le dieras ningún dinero.
M: ¡Mierda! —Ella baja la cabeza y lleva las manos a las caderas, y las dos estamos ignorando la lluvia que caía fuerte a nuestro alrededor—. Lu...
Giro sobre los talones, y comienzo a alejarme lejos de ella nuevamente, pero agarra mi brazo y me gira hacia ella.
M: No vas a ir caminando hasta tu casa.
L: ándate a la mierda, Martina.
M: lu, para con esto. —Sujeta mis hombros con las manos, y me mantiene delante de ella, y todo lo que puedo hacer es mirarla, jadeante. Mi rabia es palpable.
L: Te lo dije, Martina. Viste como era ella la semana pasada. ¿Por qué diablos harías eso? Ella solo va a volver por más, y más. Se habría ido, si la hubieras dejado tranquila. —No puedo soportar este pensamiento, y mi voz se quiebra, cuando siento las lágrimas mezclarse con la lluvia en mi rostro.
M: Ella nunca se habría ido, mi amor. —Su voz es calmada ahora, más firme. Sacudo la cabeza hacia atrás y hacia adelante, y entierro mi rostro en mis manos.
L: ¡No necesito de ti para limpiar mi vida! —Doy un paso hacia atrás, fuera de su alcance, y miro hacia su rostro iluminado por las farolas, el agua corriendo hacia abajo en su cuerpo, su cabello empapado y pegado en la cabeza—. Puedo lidiar con esto sola.
M: Lourdes, aquella mujer es como algo tóxico. Te drena, financiera, y emocionalmente. No necesitas de ella
L: ¡Sé eso! ¿Crees que no lo sé? —Tiro mis manos en el aire, y ando en círculos, frustrada.
M: Estoy tratando de ayudarte.
Me detengo, de espaldas hacia ella, y sacudo la cabeza, las manos en las caderas.
L: Te pedí que no me ayudaras con esto.
M: Mírame.
Me quedo donde estoy.
M: Mírame, Lourdes.
L: Martina, me traicionaste.
M: No te traicioné, ¡por Dios! —grita, y me vuelvo para mirarla. Sus ojos están salvajes ahora, y sus manos están en puños al lado de su cuerpo, cada músculo tenso de rabia y frustración—. Le pagué a una mujer que te odia por existir, para que nunca más te incomode nuevamente. Ella firmó un contrato, lu. Nunca más podrá pedirte un centavo.
L. ¿Qué?
M: Déjame terminar. Esa mujer es la razón de que no puedas decir que me amas. Esa estúpida y odiosa mujer. —Sacude la cabeza en frustración y se aleja de mí, entonces vuelve—. Si tengo la oportunidad de sacarla de tu vida, ¿por qué no lo haría? El dinero no es nada para mí. Ella es la razón de que tengas problemas de confianza. Ella es la razón de que sea tan difícil para ti mostrarles a las personas que las amas.
L: ¿Qué sos ahora, una psiquiatra? —pregunto con una sonrisa, y me odio por eso, cuando veo el dolor en sus ojos.
M: Te conozco —murmura bajo. Sus facciones demuestran con claridad el dolor que reflejan sus ojos, pero también el amor que me tiene—. Te amo, lu.

También te amo.

No puedo hacer que las palabras salgan.
M: Te amo, lu. —Las palabras salen más fuertes, más altas, y ella desea que lo diga de vuelta.
Me vuelvo, y comienzo a caminar ciegamente de nuevo, mis pasos rápidos, lejos de ella, de su auto, de todos estos sentimientos contradictorios en los cuales simplemente no sé cómo confiar.
De repente estoy en sus brazos, y me está llevando de vuelta hacia el auto. Me coloca cuidadosamente en el capó, con sus ojos fijos en mí, las manos al lado de mis caderas en el capó, su rostro a nivel del mío, su nariz a milímetros de tocar la punta de la mía, los ojos quemando. Me está mirando con amor y dolor.
M: Te amo lu.
L: Martina —Hablo pausadamente. Tomo su rostro en mis manos, y acaricio sus mejillas con los pulgares— Martina.
M: Te amo —susurra, sus labios tan cerca de tocar los míos. Puedo sentirlos moviéndose. Cierro los ojos. Siento las lágrimas calientes en mi rostro, corriendo, mezclándose con la lluvia caliente. La estoy hiriendo. Y esto me está matando.
M: No puedes decírmelo. —Esto no es una pregunta.
L: Te lo puedo mostrar —susurro.
Ella cierra los ojos por un instante, pega su frente en la mía, y entonces de repente agarra mis caderas, y me tira acostada en el capó del auto, arranca parte de mi ropa, concretamente mis pantalones mojados y baja las bragas por mis piernas, tirándolas en el suelo en una pila mojada. Mis ojos están abiertos, y mi boca bien abierta.
L: Alguien puede pasar.
M: No me importa —balbucea y se arrodilla, abriendo mis muslos y enterrando su rostro repentinamente en mi núcleo y empieza a jugar con mi clítoris, empujando mi piercing contra mí centro, haciéndome plantar mis pies en sus hombros, y agarro su cabello mojado en mis manos, y levanto mis caderas fuera del auto, gimiendo enloquecidamente, sin importarme si alguien puede vernos o escucharnos.
Ella se levanta y empuja dos dedos dentro de mí, empujando y sacándolos rápidamente, provocando mi clítoris con el pulgar, y me está besando, de la misma forma, con frustración y rabia, y aprieto sus hombros, cuando el orgasmo me golpea.
L: Martina.
M: sos mía, maldita sea. Te voy a proteger de cualquiera o de cualquier cosa, ¿entiendes? —Sus ojos están abiertos, aún con dolor en ellos, mirándome firme—. No necesito tu permiso para mantenerte segura.
Antes de que pueda responder, me está besando nuevamente.
Me está marcando de una forma que nunca lo hizo antes. Esto es jodidamente caliente, y la quiero. Quiero ser suya. La amo más de lo que jamás pensé posible, y esto me asusta interiormente.
Empuja mi camiseta hasta mis axilas, arrastrando mi sostén junto con ella, revelando mis senos y me enloquece cuando los consciente, jalando y mordiendo los pezones con fuerza. Dejo caer mi cabeza hacia atrás y grito de dolor y placer, amando su boca y sus manos, mientras me atacan. Ella nunca fue tan ruda mientras hacíamos el amor.
De repente, ella sola se despoja de su ropa quedando tan sólo en una sexy lencería de color negro, no puedo evitar suspirar mientras aprecio su inigualable belleza, e instintivamente me aproximo todavía más al borde del capó, necesitando tenerla más cerca.
M: No puedo esperar —murmura contra mi boca y nueva desliza sus dedos en mí, me atrae con fuerza hacia ella, agarra mis caderas, y me atrae aún más contra ella, más y más, haciéndome suya con todo lo que tiene, con sus ojos todavía presos en los míos.
M: sos tan hermosa. Sos todo, lu. ¿Cuándo vas a creer en eso? —Sus caricias son más rápido y más apasionadas, hasta que ambas sentimos explotar por tanto placer, y llego junto a ella, una vez más, y gime entrecortadamente en mi cuello.
Se queda así, aferrándose a mí, jadeante, por lo que parece una eternidad, antes de separarse lentamente de mí, y da un paso hacia atrás.
M: Quédate acá.
Me protege con su cuerpo, endereza mi camisa, me pone mis bragas, y ella también se viste para luego caminar rápidamente para la parte trasera del auto. Se retuerce en su maleta, y camina de vuelta hacia mí, trayendo una manta en sus manos.
M: Baja del auto.
Obedezco inmediatamente, y me envuelve en la manta, dándome un suave y dulce beso en la frente, de repente las lágrimas comienzan de nuevo. La amo tanto.
M: No llores. —Me acurruco en sus brazos, y ella me lleva hasta el lado del pasajero, y gentilmente, me coloca sentada en el asiento. En vez de llevarme de vuelta a mi casa, nos lleva para la suya, parando en el garaje.
Me saca del auto, cargándome hacia dentro, sobre las escaleras, y entra a su cuarto, llevándome directo al baño. Me coloca cuidadosamente en la ducha, abre el agua caliente, entonces, se inclina en mi frente, tomando mi rostro suavemente en sus manos y acariciando mis mejillas con los pulgares.
M: ¿Te lastimé? —susurra.
Niego, y muerdo el labio, mirando sus ojos avellana suaves. Ella está calmada ahora, la rabia se fue.
L: Lo siento —susurro.
M: ¿Por qué?
Me encojo de hombros y miro hacia abajo, pero sujeta mi barbilla, para mirarla.
M: ¿Por qué?
L: Por lastimarte. No quiero hacer eso. Significas el mundo para mí y aún más, Martina.
Ella suspira profundamente, el alivio plasmado en todo su rostro, y me besa suavemente, después sonríe dulcemente.
M: Lo sé.
Asiento, todavía sintiéndome una tonta.

Quiero decirle las palabras. Tanto. Me quita la manta y mis ropas mojadas, y hace lo mismo con las suyas, sujetándome por la mano, y me lleva hasta la ducha caliente. Los cabezales de las duchas todavía están ajustados para mí. Se demora lavándome, enjabonando mi cuerpo y mi cabello, y después me enjuaga completamente, antes de hacer lo mismo con ella.

M: Amo tu cuerpo —murmura con una sonrisa, me lleva fuera de la ducha y comienza a secarme con una toalla grande y caliente.
L: También amo el tuyo, "Estrella sexy de Tenis" —la observo, y le ofrezco una media sonrisa. Ella usa el secador en mi cabello, y me lleva a la cama—. Es un poco pronto para ir a la cama, ¿no? —pregunto secamente.
M: Tengo que estar de vuelta en el centro del entrenamiento en seis horas. —Frunce el ceño, y aleja la manta, toma el control remoto de la pequeña TV montada en la pared, y sube en la cama suave, acurrucándose conmigo, y vemos una pésima película de acción de los años noventa.
L: Gracias —susurro, sin mirarla.
M: ¿Por qué?
L: ya sabes. —Aprieto mis brazos alrededor de su cintura, y le doy un beso suave en los labios—. Solo gracias.
Ella suspira, y besa la cima de mi cabeza.

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"Juega Conmigo" (+18) - Martuli - (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora