Antídoto

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El viento fresco con rocíos de escarchar entraron por la ventana real del palacio pétalos. La emperatriz que ya hacia dormida en la cama, frunció su rostro.

—¡Lili!—Despertó asustada.

Mi cabeza duele, ¿qué fue lo que me paso? Es mi cansancio causado por todo esto que, estoy pasando.

—Tu sirvienta está bien.

—¡¿Bien?!—Son río con sarcasmo—Ese chiste no es gracioso, su majestad—Levante mi mirada, Marck estaba sentado en la ventana.

La poca luz iluminaba su su rostro y ese deslumbrante cabello rojizo. Ese rostro es tan detallado, exquisito, Varonil. Eso ojos celeste son dos cuchillos filosos. Nunca evisto un Dios griego en mi vida, pero de seguro se han deber como este emperador.

—Mande al mejor sanador y mago para que la atiendan.

—Eso no bastará—Se intento levantar de la cama—Tengo que ir a interrogar a esa vil sirvienta.

—Me temo que no se podrá—La mirá a los ojos—Ella esta muerta.

—¡¿Como puede ser posible?! Si eso fue hace un momento—Llego junto a el—¡Tenia prohibido meterse en los problemas de mi palacio!

—Ya pasaron tres días, y no hice nada porque no me interesa lo que suceda aquí.

—¿¡Tres días!?

Daniella sonrió con tristeza, odia el hecho de sentirse impotente por estas cosas, ella no tiene porqué importale lo que suceda aquí, no los conoce. Pero no puede dejarlo pasar, ella odia las injusticias. Las cuales se aprovechan de su buena fé.

—¿Si no le importa lo que sucede aquí, que hace en mi palacio?...No me venga con el cuento de que quiere aparentar que se preocupa, porque eso sería asqueroso.

—Te puedes morir y me seguiría dando igual pero soy el emperador y tengo que mantener mi imagen.

—¡Entonces me hubiera dejado morir! Eso le ahorraría problemas, ¡odio el hecho de verte amado, odio el hecho de verme casado contigo, lo odi..!—Plaf.

La mejillas de Daniella fue golpeada, eso fue doloroso, ella lo vio incrédula. Sus ojos brillaron con furia. Ese rosado se volvio frío.

—No te olvides que tu fuistes la causante de todo esto.

—Plaf, plaf—Daniella se la regreso el doble—En su maldita vida vuelva a pegarme, que no se le olvide a usted que también es culpable. Su ambición fue más fuerte que todo. ¡No venga hacerse el santo porqué no le queda!

—¡¿Quieres que te mate?! ¿Como te atreves a golpear la piel del emperador?

—¡Pues matarme, hágalo. Ya se está tardando demasiado!—Lo vio sin miedo alguno—La muerte solo significaría alivió.

Ella cerró los ojos, extendió sus brazos. Esperado que en algún momento ese golpe final llegar, y poder olvidarse de todo, pero nunca llegó.

—¿Por que se empeña en tenerme con vida? Si me mata por faltarle al respecto, usted quedaría libre, podrá casarse con ella. ¡¿Entonces por qué?!—Pregunta con impotencia.

—Tienes que sufrir el hecho que amo a alguien más, no puedo permitir que mueras tan fácilmente.

—Pierde su tiempo, ya ni siquiera me gusta. Me daría igual si el día de mañana quiere traer una concubina—Lo vio a los ojos—Mi amor por usted murió ese dia que morí y perdí a mi preciado hijo. No siento nada, por que si lo hiciera, eso significaría que pienso en usted. Y no lo hago.

El emperador iba a decir algo, pero la puerta fue tocada.

Un gran abrigo cubrió mi cuerpo, se me había olvidado que aquí, aunque traigas ropa que no es nada llamativa y cubre todo tu cuerpo, se considera un pecado si alguien ve así, a la Emperatriz.

El diario de la EmperatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora