piedra de mana

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—¿Su majestad?

Un hombre de cabellera negra trata de obtener la atención del emperador. Él Usa unos elegantes lentes plateados que opaca un poco esa mirada verde afilada. Tiene una complexión esbelta, tres centímetros más pequeño que el emperador.

—¡Marck!—Es la tercera persona que puede llamar de manera informal al mismísimo emperador.

—¿Si?—Ve directamente esos ojos verdes de Shane.

—Deje de pensar en lo que sea que piense—Suspira frustrado—No haga que me arrepienta de elegir ser su asistente—Mira la pila de papeles acumulados—Tiene que sellar todos esos documentos, hoy mismo.

—Si, si, si—Rechina sus dientes con elegancia—Terminare en un momento—En está época ya existen las plumas sin necesidad de remojarla en tinta creada a mano.—¿Cómo va la investigación?—Pregunta sin levantar su mirada.

—Hasta el momento no hay nada, nigún rastro de algún hechizo prohibido o herejía. Pero seguimos investigando, ¿No le dirá a la Emperatriz?—Meterse en los asuntos de su Palacio, significa serios problemas.

—No hay nada que decir, no se trata sobré ella. Este es un problema que involucra todo el imperio, necesito evitar los problemas que puedan estar por venir. Solo es prevención, nada más eso.

—Comprendo—Comienza a preparar el té.

—¿Algo más?

¿Cómo se encontrará Janeth? Si tan solo estuviera aquí, mis días serían menos frustrantes. Aunque ir a verla significa ver a la Emperatriz, eso de por si ya es cansado. Más ahora que no logra controlar sus emociones, desde la muerte de ese niño, la perfecta Emperatriz se derrumbó.

—La reina Madre mando a llamar a la Emperatriz—Sirve el té, a su señor.

Marck detuvo todo movimiento por unos segundos, eso le sorprendió un poco, su madre no llamaba a la Emperatriz, casi nunca. Pero a los segundos volvió a revisar su trabajo.

—De seguro para darle el pésame—Expresó de manera monótono.

Por una parte es mejor que ese niño no haya nacido, de esa manera se evita que sufra innecesariamente al ver la relación horrible que tenemos la Emperatriz y yo.

—En parte—Esta vez si obtuvo la atención del Emperador.

—Habla sin tantas vueltas—Fruncio el entrecejo.

—La Reina madre le dijo que le debía mucho, que si quería algo, solo expresará su deseo. Ella cumpliría cualquier cosa—Remojo su garganta—La Emperatriz le pidió que le ayudará a obtener el divorcio.

La taza de té cayó al suelo, eso sí fue sorpresivo para Marck. En todo este tiempo, Daniella nunca le pidió tal cosa.

—¡Mencionó ese tabú!—Aprieta sus puños, sus ojos se volvieron fríos—Esa mujer en verdad perdió la razón, si sigue así, no podrá manejar los asuntos imperiales. Más en este momento que estamos a un mes de la visita del reino de las arenas.—Ella debe de encargarse de realizar la fiesta de bienvenida.

—Su majestad, ¿Me permite hablarle como un amigo?—Empuja sus lentes hacia adelante.

—Solo dilo.

—La entiendo.—En está ocasión estoy de parte de la Emperatriz, aunque no lo diré en voz alta.

—¿Que?—Creyó a ver escuchado mal.

—Entiendo a la Emperatriz, ella perdió a su hijo. Aunque usted no lo supiera, ella si. ¿Entiende lo que significa eso?—Ve fijamente a Marck—Perdio una parte de su corazón o quizás sus ganas de vivir, su dolor no justifica todo lo que ha hecho, pero debemos aceptar que es una excelente Emperatriz y una madre que ni siquiera se le permitió ejercer su derecho de verlo crecer.

¡¿Crees que no lo sé? Claro que lo sé! Pero eso es lo que conlleva ser la segunda máxima autoridad después del emperador, cuando se casó conmigo, también se casó el imperio, y eso traería la envidia como el odió.

—Eso es lo que significa la realeza, aveces tendrás que perder lo que amas—Justo como lo hice yo, perdí a la mujer que amaba.

«¿Pensaría igual si la persona que estuviera en la situación de la Emperatriz, fuese la señorita Janeth?» Se Preguntó, Shane.

De un momento a otro el comunicador comenzó a parpadear, estaba entrado una llamada. Marck responde muy rapido, sabía muy bien quien era.

—¡Su majestad!—Una imagen apareció enfrente de él. El comunicador es como una peculiar y elegante brújula dora que funciona por medio de una piedra de mana.

Hermoso rostro pálido de porcelana, largos y negros cabellos sedosos se mueven por el aire repentino que invadió sus aposentos. Frunce un poco su ceño con ternura al sentir el frío, sus ojos dorados tienen una mirada afligida.

—¡¿Que pasa?!—Sintió que su corazón se saldría por ver esa lamentable expresión—¿Te sientes mal?

—¿Janeth, hizo algo malo?—Pregunta confundida.

—¡No! ¿Por qué piensas eso?—Se exalto.

—Si Janeth no hizo nada malo, ¿Entonces por qué recibí una carta de la Emperatriz...?—Baja su mirada.

—¿A qué te refieres?—Comenzo a emanar una aura fría, Serafín que hace un momento estaba dormido, empezó a irritarse.

—Si, la Emperatriz me escribió una carta. En ella dice que no regresé al palacio, que desde hoy dejo de ser su dama de compañía. ¿Acaso creé tengo la culpa de su perdida?—Se arrodilla en el piso—¡Juro por mi vida que no se nada de eso, su majestad!...¡Nunca podría lastimar a la sangre real!—Golpea su cabeza en el piso.

—¡¡Detente!!—Enfureció—¡Nadie creería esa estupidez!—Esa mujer en verdad enloqueció, como puede culpar a Janeth. Aprovecha cada oportunidad para lastimarla.—No te preocupes—Habla lo más suave posible.

—Sabe bien que yo admiró mucho a la Emperatriz. Es por eso que me ofrecí como una de sus damas de compañía, le llamé pero no me respondió—Sus ojos se humedecen—Janeth quiere explicarle...

—No es necesario, yo mismo hablé con ella—Termina su llamada.

<¿Harás esa estupidez?> Pregunta con incredulidad, Serafín, la bestia sagrada del emperador. [Si, y no es ninguna estupidez. Creí que de verdad estaba así de mal por la muerte del bebé, pero ya empezó a sacar sus garras. Su dolor solo es una maldita excusa para lastimar lo que me importa]

<Ella no es malvada, lo sabes bien> [No, tu eres el que no puedes leer por completo su malvado ser] Salió del despacho, tras de él iban dos caballeros esbeltos bien parecidos.

Shane se quedó en el despacho, con una expresión de pocos amigos. Es al él a quién le tocará seguir organizando el trabajo de su amo.

Mientras tanto Daniella, ella ni siquiera sabía lo que se le avecina. Se encuentra muy ocupada realizado su trabajo y aprendido sobre las costumbres de los invitados del reino las arenas.

Al mismo tiempo que prepara unas cuantas cosas que le ayudarán para liberarse de está vida en este imperio. Si no puede divorciarse del emperador, pues no le quedará más remedio que ir al extremo, todo para obtener su libertad.

El diario de la EmperatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora