IV

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Esta mañana me pasé un buen rato sentado tranquilamente. El viejo José me trajo mi comida: un plato de legumbres y otro de pescado cocido al vapor. Los ojos del pescado eran blancos y duros; tenía la boca entreabierta, igual que esa banda de comedores de hombres. Después de probar algunos bocados de esa carne viscosa, no sabía ya si estaba comiendo pescado o carne humana, de suerte que vomité todo.
Dije: <<Mi viejo José, anda a decirle a mi hermano que me ahogo aquí y que quisiera salir a pasear por el jardín>>.
El viejo José se alejó sin responder, pero un poco después volvió a abrirme la puerta.
No me moví, preguntándome que iba a hacer, por que sabía muy bien que no iban a dejarme salir. Efectivamente, mi hermano se acercaba con un viejo que caminaba a pasos lentos. Ese hombre tenía una mirada terrible, pero como temía que yo me diera cuenta, bajaba la cabeza hacia el suelo y me miraba a hurtadillas, por encima de sus anteojos.
-Tienes un aspecto magnífico —me dijo mi hermano.
-Sí-respondí
-Le he dicho al señor Salomé que viniera a examinarte —Siguió diciendo.
Respondí:
-¡Que lo haga!— ¡Pero yo sabía muy bien que ese viejo no era otro que el verdugo disfrazado! Su pretexto de tomarme el pulso quería calcular mi grado de corpulencia y seguramente iban a darle un pedazo de mi carne en pago de sus servicios. Yo no tenía miedo; aunque no como carne humana, me creo más valiente que esos caníbales. Tendí ambos puños y esperé lo que iba a seguir. El viejo se sentó, cerró los ojos, me tomó largamente el pulso, permaneció un instante silencioso y luego, abriendo los ojos diabólicos, dijo:
—No se deje llevar por su imaginación. Algunos días de tranquilidad y reposo y se repondrá.
¡NO SE DEJE LLEVAR POR SU IMAGINACIÓN! ¡TRANQUILIDAD Y REPOSO! Evidentemente cuando yo estuviera bien cebado tendrían más que comer. ¿Pero que ganaría yo? ¿Era eso lo que iba a <<reponerme>>? A esos caníbales les gusta comer hombres, pero obran en secreto, tratando de salvar las apariencias y no se atreven a actuar directamente. ¡Es para morirse de risa! No pudiendo aguantarme, me eché a reír a carcajadas, porque eso me divertía enormemente. Yo se que en mi risa vibraban el valor y la justicia. El viejo y mi hermano palidecieron, aplastados por el valor y la justicia de que yo hacía gala.
Pero justamente porque soy valiente, tendrían aún más ganas de devorarme, para adquirir parte de mi coraje. El viejo dejó la habitación y apenas se habían alejado un poco, dijo a mi hermano en voz baja: <<Engullirlo enseguida>>. Mi hermano bajó la cabeza en señal de asentimiento. ¡Tú estás también en eso! Este extraordinario descubrimiento, aunque improvisto, no me asombró, sin embargo, excesivamente: ¡Mi hermano formaba parte de la banda de caníbales que quería devorarme!
¡Mi hermano es un comedor dé hombres!
¡Soy Hermano de un comedor de hombres!
¡Podré ser devorado por los hombres, pero no por eso dejo de ser hermano de un comedor de hombres!

Diario de un loco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora