Diario de un loco

VIII

En el fondo, deberían saber esto desde hace tiempo...
De pronto entró un hombre. Tenía unos veinte años y una cara muy sonriente, me saludó con la cabeza y vi que en su sonrisa tenía un aire falso. Le pregunté:
—¿Es Justo comer hombres?
Siempre sonriendo respondió:
—¿Por que comer hombres, cuando no se tiene hambre?
Comprendí de inmediato que formaba parte del clan de los hombres que aman la carne humana. Esto azuzó mi coraje e insistí, neto:
—¿Es Justo?
—¡Para que tales preguntas! Verdaderamente... a usted le gusta bromear...¡Está muy hermosa la noche!
Estaba muy hermosa la noche, la luna estaba muy brillante, pero yo le pregunté:
—¿Es Justo?
Tomó un aire de desaprobación y sin embargo respondió con una voz no muy clara:
—No...
-¿No? Entonces ¿Por qué los comen?
—Eso no puede ser...
—¿No puede ser? Bueno, ¿acaso no los comen los de aldea de lo Lobos? Además está escrito en todas partes en los Lobos, ¡es claro como el día!
Su faz cambió de color, y se puso pálido como un muerto. Con ojos fuera de las órbitas, dijo:
—Tal vez tenga usted razón, esto se ha hecho siempre...
—¿Es por ello Justo?
—No quiero discutir este tema con usted. ¡Usted no debería hablar de esto, no tiene razón para hacerlo!
Di un salto, con ambos ojos muy abiertos, pero el hombre había desaparecido y yo estaba completamente mojado por el sudor. Este hombre es mucho más joven que mi hermano y ya formaba parte de su clan. Seguramente se debe a la educación de sus padres. Quizás ha enseñado ya esto a su hijo. Por lo cual hasta los niños pequeños me miran con odio.