Hay muchas cosas que no están bien en la realidad de Gustabo.
Empieza desde que no es capaz de recordar hechos importantes en su vida y continúa en una larga lista que lleva nombres de personas y lugares, situaciones del pasado y del presente, acompañado de un sinfín de pesadillas.
No sabe desde cuándo lo hace pero su parte favorita del día es cuando todo su día termina y llega la hora de dormir.
No sabe cómo lo hace, sin embargo, cuando toca su cama y cierra los ojos, puede modificar sus sueños, crear lugares y situaciones en ellos con solo imaginar.
Recuerda la primera vez que visualizó el lugar, tan solo era una habitación de hielo con multiples puertas, o lo que parecían serlo. Cuando ingresó a la habitación principal, resistiendo el frío polar del cuarto de puertas, se vio a si mismo en un luminoso lugar que reconoció como el cementerio.
No estaba triste y nada malo sucedió esa noche, solo caminó sin rumbo hasta toparse con una puerta semiabierta junto a un árbol.
Fue extraño pero se dejó llevar.
Se adentró a lo que parecía ser un espacioso departamento y rio para sus adentros, temiendo despertarse por la risa emocionada.
Ahora, después de tanto tiempo, ese departamento se ve tan vivo y lleno que descansa cómodamente cuando llega después de horas de trabajo, permitiéndose ser envuelto por el sueño en una cama suave con pesadas mantas que lo hacen sentirse protegido.
No obstante, cuando llega la mañana, su imperio se cae a pedazos.
Su perfecta relación con su padre se deshace.
Recordándole cruelmente que Jack Conway solo lo vería con orgullo y cariño en lo más profundo de sus sueños y mientras no estuviese encerrado en la seguridad de su departamento onírico, seguiría siendo un peón en un juego de ajedrez.
Que si bien Horacio y él no se odian, es claro que la hermandad simbólica que sostenían en alto con euforia, ya no es más que un recuerdo en el pasado distante.
Sus ojos se abren observando el cielo raso de su pequeño departamento, temiendo llegar al trabajo y ver al agradable comisario ruso que tanto lo desprecia.
Desearía poder dormir por siempre, de esa manera, ya no tendría malos pensamientos y su mundo dejaría de caerse a pedazos a cada paso que da.
Ojalá pudiera borrarse la memoria de todo excepto de su departamento en el plano de los sueños.
Pero la vida no es fácil ni bonita.
Pasó sus manos sobre su rostro en un intento de deshacerse de su fatiga.
Casi de forma automática, retiró las livianas mantas que apenas y lo ayudaban a cubrirse del frío que entraba desde las grietas en sus paredes.
Se puso de pie, avanzó algunos pasos hasta que todo se tornó oscuro y silencioso, rápidamente cayendo al suelo hasta impactar contra este.
Tardó unos segundos en reincorporarse, aún así, siguió con su rutina, ignorando el ardor del vacío en su estómago por no haber comido en días, sin ánimos de nada se encaminó a la ducha.
Cada mañana era igual.
Nunca recordaba lo fría que podía estar el agua.
Saliendo del pequeño baño mientras secaba su cuerpo con una camiseta que ya no utilizaba, pensó en qué ponerse ese día, no tenía mucho por vestir, pero podía permitirse ir más cubierto esa mañana.
En cuanto terminó de secarse, lanzó la prenda de vestir mojada en dirección al baño y empezó a vestirse.
Observó su imagen en el partido cristal reflectante que cuelga en su pared, agradeciendo haber pegado una nota donde se supone que sería visible su rostro.
Estaba cuestionablemente bien, llevaba una camiseta de algodón color gris que se notaba algo vieja y una chamarra de polar negra.
Los pantalones fueron difíciles de elegir, no tenía muchos, algunos estaban rotos y llevaban rastros de sangre que no fue capaz de quitar.
Se decantó por el pantalón de jean negro, estaba algo... Mal cuidado, pero no es posible ver sangre en ellos.
No tiene medias así que simplemente se calzó un par de maltratadas zapatillas deportivas, tomando su máscara de tela a la vez que comprobaba estar totalmente listo.
De todas formas debe ponerse su uniforme al llegar al trabajo.
Salió del departamento con sus manos ocupadas, en la zurda llevaba su móvil y en la diestra sostenía una barreta de metal.
Apresuró su paso, es tan temprano por la mañana que el sol aún ni siquiera salió, lo cual es una ventaja para él, significa que puede tomar el auto que quiera para asistir a su trabajo.
El momento en que sus ojos atraparon la comisaria en sus celestes irises, suspiró con pesadez, estacionando el automóvil frente a ella y caminando con tranquilidad al interior del establecimiento.
Nadie habla con él y él no intenta acercarse a nadie, así son las cosas desde que su amistad con Horacio terminó.
Al parecer, la gente solía acercarse a él únicamente al notar la presencia del menor.
Ni siquiera fue capaz de notar cuando el sol iluminó la ciudad entera, mucho menos notó cuando se hizo la noche.
Solo supo que era hora de irse cuando Volkov le ordenó que se retirase, por el tono irritado del comisario al hablar, supo que no le hacía ninguna gracia tener que dirigirle la palabra.
Aún así, Gustabo sonrió bajo su máscara de desinterés, feliz ante la interacción.
No importa que no signifique nada para el mayor, no importa que le haya hablado con un deje de disgusto en su ronca voz.
El rubio volvió a su "hogar" muy feliz, tanto que decidió que aquel solitario día, sería el último en el que se presentase al trabajo.
En realidad no necesita estar allí, tiene mucho dinero ahorrado, pero la rutina era algo que le gustaba.
¿Por qué tomar una decisión tan precipitada solo por una interacción con el ruso?
Tal vez sea porque huir es fácil.
Esa interacción es lo mejor que le pasó en meses, no tomaría el riesgo de que algo malo pase y arruine su felicidad, no esta vez.
Observó el frasco de gomitas para dormir en su mesa de noche.
Tenía una ligera idea de qué hacer esa noche fría.
No tendría que despertar la mañana siguiente.
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esquivo ⸺ gustoni
Random⸻ 𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒏𝒐 𝒓𝒆𝒔𝒕𝒓𝒊𝒏𝒈𝒊𝒓𝒎𝒆 𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒅𝒂 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒑𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒉𝒂𝒔 𝒆𝒏𝒇𝒂𝒅𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒎𝒊𝒈𝒐. [•••] 𝑨𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒕𝒐𝒅𝒐𝒔 𝒎𝒊𝒔 𝒂𝒎𝒊𝒈𝒐𝒔 𝒔𝒆 𝒉𝒂𝒏 𝒎𝒂𝒓𝒄𝒉𝒂𝒅𝒐, 𝒆𝒔𝒐 𝒆𝒔 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒉...