Capítulo II

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  Abro la puerta de casa y el aroma a la comida de mi madre me recibe como la mejor caricia que podrían darme luego del largo viernes y la, aún más larga, semana.

– ¡Bienvenido, hijo! -me grita con su voz dulce desde la cocina, que es la primera entrada a la izquierda después del recibidor. Si bien vivimos en una casa, no es demasiado grande, mucho menos lujosa. Y también se siente lúgubre a veces por todo lo que hemos pasado entre estas paredes.

  Me quito los pensamientos de la cabeza de una sola vez, dejo mi mochila a un costado para luego llevarla arriba junto con mi chaqueta y no tener que volver a bajar antes de dormir. A veces soy muy flojo, pero me convenzo a mí mismo diciéndome que está bien serlo hoy, sólo por ser viernes. Mañana será otra historia.

  O no.

– Buenas noches, mamá. -me acerco a ella, abrazándola por la espalda y dejándole un beso en el pelo. Le llevo algunos centímetros de altura, mi madre es realmente pequeña.

– Hola, mi amor. ¿Cómo te fue hoy? -me hace una caricia en una mejilla, pero sigue revolviendo el estofado que está terminando. El aroma está a punto de matarme, mi estómago va a rugir en cualquier momento y ni siquiera tenía hambre cinco minutos atrás.

– Bastante… -me corto a media frase imperceptiblemente cuando se me viene a la mente el rostro más bonito que vi en mi vida- bien. -completo a tiempo antes de que note que pensaba en algo.

  Le dejo otro beso en el pelo y me alejo para buscar vasos, platos y cubiertos, y acomodarlos en la pequeña barra de la cocina donde apenas entramos los dos, no tanto por el espacio, sino porque sólo tenemos dos banquetas altas.

– La próxima semana tengo dos exámenes y un proyecto. Me alegra estar con Shotaro para eso, yo ya habría perdido la cabeza. -admito, haciéndola reír.

– Les irá bien, mi amor. -me da unas palmaditas en la espalda a la vez que se asoma por mi costado para mejor llevarse los platos y servir antes de ponerlos- ¿Cómo le va a él? ¿Hace cuánto no ve a su familia?

– A sus padres. -la corrijo, sentándome del otro lado de la barra para poder verla- Creo que no pudo viajar estas últimas vacaciones, así que serán como… ¿unos siete meses? -intento hacer la cuenta mental, pero la realidad es que mis neuronas ya no quieren trabajar como corresponde, así que me rindo al instante- Entre siete y nueve meses. Está pensando en buscar un trabajo a medio tiempo por eso, de hecho.

– Pobre criatura. -se apiada de él una vez más y yo lucho por no poner los ojos en blanco o voy a ser un adulto de veintitrés años regañado por su madre. Otra vez- Sé que ya me lo dijeron, y que él está aquí porque quiere, y que no está solo. Pero aún así. Es muy joven, apenas tiene veinte años. -recordó, sentándose por fin para poder empezar la cena. Siempre fue la típica madre que da muchas vueltas antes de poder sentarse a la mesa, aún cuando sabe que no tiene que hacerlo y que no me molesta levantarme a buscar lo que se necesite.

  Y sí, tengo casi tres años más que mi amigo. Y que la gran mayoría de los que están en el segundo año de Psicología. Tal vez esa es la razón por la que casi ninguno de mis compañeros se acerca a mí, aunque además de eso, Shotaro dijo que me vio intimidante antes de hablarme en aquel primer trabajo por parejas en el que nos tocó juntos.

  ¿Intimidante? ¿Yo? Claro que no. ¿O sí?

– Le vendrá bien tener experiencia laboral desde antes de recibirse. -opino, y agradezco que mi madre decida no objetar nada porque una vez que pruebo el primer bocado sé que no podré dejar de masticar.

  Definitivamente la comida de mi madre es mi favorita. Creo que aún estar aquí, y todo lo que hice los últimos años, tiene su recompensa justo así; sentado a la mesa con mi madre, escuchando lo que tiene para contarme y viéndola ser capaz de sonreír, a pesar de que sé que su depresión no ha pasado, y lo sé porque la escucho todavía despierta en las madrugadas, y en las mañanas es silenciosa, como si estuviera abstraída en sí misma, y casi no duerme, o a la siguiente semana es como si eso fuera lo único que puede hacer. Y no la culpo. Entiendo que una separación es un tema muy grande para algunas personas, los especialistas lo catalogan como una especie de “luto” -eso ya lo aprendí- y por la forma en la que funciona la mente, debe ser percibido de esa manera. A otros también los embarga sentimiento de abandono. Y creo -aunque pretendo no pensar demasiado en eso para no perder el poco de paz que encontré en el último año- que a mi madre ese es el sentimiento que más le prevalece.

TAINTED. || NoMin [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora