VI. Tercer susto: parte uno.

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5 años después | Jisoo de 26 años, Melbourne, Australia — 19 de diciembre.

—Oh, mierda—, su mano agarró los palitos con fuerza, sus nudillos se pusieron blancos.

El sonido de un inodoro al correr la sacó de su estupor y cruzó la mirada de una anciana a través del espejo. La azabache se obligó a sonreírle y saludar con la cabeza. La anciana la miró, si no un poco sorprendida, al menos con ternura cuando vio el pequeño objeto que Jisoo metió apresuradamente en el bolsillo de su bata de laboratorio.

—¿Todo bien, cariño?—, la mujer preguntó amablemente, una vez que notó las pequeñas lágrimas traicioneras que se escapaban de los iris café.

—¡Sí!—, Jisoo exclamó, más alto de lo convencional. —Sí, todo esta bien. Lo siento. Sobre la mala palabra y todo eso—, ella trató de burlarse y restar importancia a la cosa.

La mujer la miró con comprensión y fue a lavarse las manos mientras Jisoo salía, deseándole un buen día.

Una vez que estuvo de vuelta en los pasillos del hospital, se dirigió directamente a la oficina del interno, haciendo todo lo posible para no ser interceptada por un paciente mientras tanto

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Una vez que estuvo de vuelta en los pasillos del hospital, se dirigió directamente a la oficina del interno, haciendo todo lo posible para no ser interceptada por un paciente mientras tanto.

—¿A dónde va, doctora Soo?—, vino una vocecita desde una puerta entreabierta, haciéndola saltar de su piel, con una mano en el corazón.

—¡Por dios, me asustaste hasta la muerte, Rhode!—. Le sonrió a la niña que parecía avergonzada, pero aún se podía ver inteligencia en sus ojos.

Jisoo se agachó para estar al mismo nivel de los ojos y le hizo cosquillas en el estómago a la pequeña.

—Estoy tratando de escapar del gran payaso que actualmente se abre camino en el servicio. Esconderme en mi oficina parece ser una buena idea, ¿me ayudarías?—, Jisoo sonrió suavemente a la chica que la miraba conspiradoramente.

—No le diré a nadie dónde te escondes. Ni siquiera al payaso, aunque también me da miedo. Pero...—, dijo Rhode, sus ojos se volvieron traviesos. —¿Serás tú quien atienda mis heridas esta tarde? ¡Prefiero cuando eres tú, los otros médicos no cuentan la historia de las hadas como tú...!—, exclamó en un tono conspirador.

Jisoo quiso reírse del pequeño chantaje, pero se hizo la ofendida. —¿Hay otros médicos que se atreven a contar historias de hadas?—, le hizo cosquillas a Rhode un poco más, antes de que la chica casi se derrumbara en el suelo de la risa.

—¡¡No, no doctora Soo!!—, ella rió. —Eres la única. ¿Tenemos un trato?—, la niña preguntó dulcemente, extendiendo su mano hacia la joven de bata blanca.

Jisoo negó con la cabeza, divertida. Pero ella tomó la mano ofrecida por la niña y la estrechó a su vez. —Sí, tenemos un trato—, la azabache sonrió cuando los ojos de la niña comenzaron a brillar, la perspectiva de que le contaran una historia sobre hadas mientras soportaba sus tratamientos era emocionante.

¡¿Mamás?! | Chaesoo G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora