III. Primer susto: parte tres.

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Después de agradecer profusamente a Jennie, habían regresado a la residencia de los Kim, tomadas de la mano. Jisoo la invitó al jardín, en algún lugar lejos de la mirada de su familia. Se sentaron en el último escalón de una pequeña escalera, bañándose bajo el sol de Seúl. Rosé la abrazó, la besó, la tranquilizó y la instó a hablar con ella.

De lo único que Jisoo se sentía preparada para hablar era de la pregunta que le rondaba por la cabeza. —¿Cómo supiste?—, Jisoo se preguntó: ¿Cómo podría haberlo sabido?

—No soy una maldita científica, eso es cierto, pero sé que las mujeres, no en mi caso, tenemos ciclos, supuestamente regulares. Los tuyos son siempre muy puntuales. Lo sé porque a) tú misma lo dices y b) tu estado de ánimo cambia en ese período y te sientes frustrada porque quieres tener relaciones sexuales pero no te sientes lo suficientemente bien como para hacerlo. Además de eso, me rodean mujeres en mi familia, mi amor, soy mujer a pesar de mi condición. Me di cuenta de que generalmente nos abrazamos durante un momento específico del mes, así que deduje lo que significaba todo el alboroto—. Hizo una pequeña pausa. —Además, has estado tensa esta última semana, más de lo habitual. Sabía que no podía ser solo el estrés. Además, para aclarar un poco más, hicimos el amor hace dos días, sin que hayas dicho nada sobre una indisposición. Es solo que... uno más uno, es dos, y... sospeché que algo así podría estarse gestando. Habría hablado contigo sobre eso este fin de semana si hubieras abordado el tema pero... la forma en que estabas actuando... sospeché que lo habías descubierto, así que solo quería dejarte el espacio y el tiempo para venir y hablarme al respecto. Cuando estuvieras lista—, Rosé terminó, tímidamente.

Jisoo la besó suavemente, agradeciéndole por ser tan considerada y atenta. La rubia se acurrucó cerca de Rosé, poniendo su cabeza contra su pecho, su cuero cabelludo metido debajo de la barbilla de la pelirosa, asegurándose de no estar en su línea de visión directa antes de abrir la última pequeña parte de su corazón que había mantenido encerrada.

—Hubiera amado al bebé—. Ya amaba al bebé imaginario, era lo que verdaderamente quedó sin decir. —Sé que no tiene ningún sentido, y me alegro de no estar embarazada. Es solo que...—, Jisoo cerró los ojos y también la mente, preguntándose si eso sería demasiado para Rosé. Si ese era el momento en que había lidiado con suficiente de su drama.

—Puedes decirlo, Jisoo. Por favor, dilo...—. Rosé la instó, abrazándola cerca y haciendo que su corazón ardiera.

—Habría sido un pedazo de ti, en un pedazo de mí. Habría sido nuestro, habríamos sido nosotras... —susurró, olfateando suavemente. —Hubiera sido nuestro amor, un pequeño o una pequeña para abrazar y amar...—, sus últimas palabras fueron apenas audibles, tragadas por sus sollozos cuando Rosé comenzó a mecerla con ternura. —Sé muy bien que somos demasiado jóvenes, pero... duele—. Jisoo sollozó en su pecho.

—Siento que te duela tanto, mi amor—. Rosé se detuvo por un minuto, esperando que los gemidos lastimeros de la rubia se hicieran más lentos. Para mantener a raya su propio disgusto, también. —De ahora en adelante, vamos a ser mucho más cuidadosas. Pero un día, cuando ambas estemos listas... Ese día, tendremos un bebé. Lo prometo. Y será hermoso, asombroso y todo lo que debería ser. Y esta vez, lo recibiremos con los brazos abiertos—. La besó en la frente y la abrazó hasta que el sol desapareció detrás de los árboles. Hasta que, a pesar de la brisa fresca de la luna, Jisoo sintió que su cuerpo recuperaba un poco del calor que creía perdido. Algún día.

¡¿Mamás?! | Chaesoo G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora