°Dixon Love°
"Los caminantes son ahora los reyes del mundo."
« Dean Dixon sabía que para sobrevivir tenia que ser fuerte, tal y como su padre, pero los caminantes no se lo ponían fácil y peor aun que tenia que soportar a un niño pecoso que parecía...
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"El chupacabras"
"Mockingbird" | "Eminem"
"Papá está aquí para abrazarte toda la noche"
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Dean corrió escaleras abajo lo más rápido que pudo, estaba dibujando en su habitación cuando escuchó el llamado de su padre que justo había regresado del trabajo. Había estado esperando su regreso desde que él volvió de sus aburridas clases, estar en primero de primaria era muy aburrido para él, tenía que socializar con muchos niños tontos y ruidosos, él prefería pasar tiempo con su padre en vez de estar con aquellos compañeros suyos.
"¿Qué pasa?" preguntó con emoción una vez llegó a la primera planta, miró a los dos hombres frente a él con ojos expectantes y ladeó la cabeza cuando los vio compartir una mirada y reírse suavemente.
"¿No quieresponertelos pantalones?" Daryl le cuestiono a su hijo con gracia, el pequeño se miró y alzó sus hombros al ver que andaba en calzoncillos, no le importaba mucho al estar con su padre y tío, eran familia. "¿Te acuerdas del regalo por tu cumpleaños?"
Dean alzó las cejas y asintió rápidamente con una sonrisa de oreja a oreja, su cumpleaños numero siete se acercaba y él recordaba perfectamente que su padre le había dicho que su regalo llegaría antes, aunque no esperaba que fuera dos semanas antes.
"Bueno..."
"Quiere que busques tu maldito regalo, niño" Merle lo interrumpió y Daryl frunció las cejas mientras agarraba el objeto más cercano a su mano, el control de la televisión, y lo lanzaba hacia su dirección. "Eso dolió, idiota, solo acortaba tu palabrería"
Dean soltó una risa y sin perder más tiempo, empezó a correr por toda la casa bajo la mirada de su padre. Merle lo miraba pasar por su lado de reojo, él estaba sentado en la silla del comedor mientras leía su periódico de la noche y fumaba un cigarro.
Después de varios segundos y que Dean haya revisado cada rincón de la casa y abierto cada cajón de las estanterías, el pobre se tiró al sofá cansado y frustrado por no haber podido encontrar nada de nada.
"Aquí no hay nada" murmuró con las cejas fruncidas y con los brazos cruzados, su mirada estaba pegada en su padre, quien tenía una sonrisa burlona hacia él.
"Si que hay, tienes que mirar bien" le dijo, luego levantó una ceja y puso sus manos en su cintura. "¿Y así quieres venir a casar conmigo? No encontrarías ningún animal" se burló.