Me gustaría decir que
el dolor pasó, me gustaría
decir que los recuerdos se
fueron, me gustaría decir
que ella volvió...
Me gustaría decir que
no me dolió.
Los años han pasado, pero
ella sigue dentro de sus corazones...
Viviendo sin miedo a...
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Su padre rociaba las rosas con delicadeza, mirando sus suaves pétalos como si fueran la respuesta de todas sus incógnitas.
Dylan no había tocado su desayuno, simplemente sentía un extraño sentimiento dentro de su corazón. Tal vez arrepentimiento por haber leído aquella carta y guardado el girasol en su escritorio, sus palabras se seguían repitiendo en su cabeza logrando que todo fuera más extraño de lo normal.
—Papá... ¿Y si a mí hermana en realidad le gustaba más los girasoles? —preguntó en un leve susurro que logró ser escuchado por el mayor.
Kimura dejó de rociar las rosas, se quedó quieto y en silencio. Las palabras de su hijo lo había sacado de sus pensamientos. Lentamente volteó hacia él, mirándolo con un extraño y solitario sentimiento, como si tratara de entender lo que se escondía dentro de su cabeza.
—Y-yo... Ella siempre decía que las rosas eran sus favoritas, hicimos este jardín cuando nos dieron la noticia de su enfermedad. —respondió antes de suspirar y caminar su persona. — ¿Por qué mencionaste eso? Es algo extraño que digas ese tipo de cosas.
Kimura dejo una caricia sobre su cabeza, sonriendo de una forma solitaria como si algo le hiciera falta muy dentro de él.
Nuevamente ahí estaba. La mirada de preocupación y miedo de perderlo, no podía entender lo que sucedía en su cabeza y sobre todo de lo que sentía haber perdido a alguien tan especial.
No dijo nada, solamente lo abrazó para evitar que viera la tristeza en sus ojos, era difícil soportarlo y mucho más aceptarlo.
—No te preocupes, papá. —dijo sonriendo con falsedad. — Solo fue un pensamiento tonto que vino de la nada, desde que fuimos a visitarla he sentido algo raro.
El par de solitarios ojos se posaron sobre los suyos, sus papá no dijo nada simplemente siguió con regando las rosas.
Esto era difícil, tener que ocultar sus propios pensamientos y sentimientos para no lastimar a su familia o romperla más de lo que estaba.
[...]
Movió y examinó el pequeño girasol de papel sobre su mano, buscando alguna prueba de que su sueño fue real. La carta también estaba a su lado, se había cansado de leerla una y otra vez para comprender lo que aquel Ángel Soñador trataba de decirle.
—Ashlye Moon... La soñadora que voló. — susurró con una diminuta sonrisa. —Ah... Eres tan especial, que incluso yo no puedo entender.
Dejo la carta y el girasol sobre su escritorio, cerró sus cortinas y se envolvió en sus suaves sábanas. El sueño le estaba llegando, y aunque le sorprenda aceptarlo deseaba volver a aquella biblioteca.