Epílogo

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Habían pocas cosas que Thomas Wayne quería para el día que muriera; ser enterrado junto a su mujer e hijo era, sino la más, de las más importantes en su testamento guardado en el último estate del librero más escondido de su biblioteca. La segunda más importante era que un reverendo hiciera todos los honores y rituales, como él los llamaba, durante su entierro; sabía que con todo lo que había hecho, incluso antes de ser Batman, sabía con tal seguridad que habría puesto las manos al fuego por él, jugando que el gran duque del infierno, Astaroth, le tenía gentilmente apartada una silla, pero el debía declinar a tal honor si quería ver a su familia. Siempre tuvo la idea de que el día en que dejara el mundo, Gótica escupiria sobre Metrópolis como la nueva ciudad más brillante del mundo, error. Por más días que pasaron tras su muerte y la derrota al horror que volvió índigo a Gótica, el color tardo en irse de Gótica con todo y reparaciones, incluso cuando otros héroes metieron mano para ayudar la ciudad de sus dos difuntos grandes amigos. El funeral, contrario a lo que imagino en vida, estuvo rebosante de gente que lo quería o le tenía aprecio; al frente, estaba el "nieto" más querido, Jason Todd, su aprendiz Tim Drake y Cassandra Cain, esta última con algunas cicatrices en el rostro; a un lado estaba Dick Grayson y Barbara Gordon, ambos abrazados y, así como todos, vestidos de negro. Finalmente estaban a la izquierda, Barry Allen y el mismísimo Victor Fries, todos cabizbajos y viendo descender el ataud con su amigo dentro.

—¿Y ahora que?— pregunto entre susurros Cassandra —¿Puede Gótica estar sin un Batman?

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—¿Y ahora que?— pregunto entre susurros Cassandra —¿Puede Gótica estar sin un Batman?

—¿Qué tal una Black Bat? ¿O una Batwoman?— pregunto en respuesta Jason, tallando su anillo de linterna con los dedos mientras veía como en la lejanía, estaban bajo una sombrilla Pamela y Harley

—Hablo enserió, Todd— contestó con melancolía Cassandra, mientras miraba hacia el reverendo —, alguien debería ser Batman...

—¿Qué Jason sea Batman?— pregunto emocionado Tim, acercándose a ellos, pero desviando la mirada hacia el ataud, que ya había logrado llegar al fondo

El reverendo finalizó las oraciones para el entierro de Thomas Wayne, junto a la tumba de su esposa e hijo, finalmente descansando a lado de sus más queridos seres. De no ser por lo que pasó más tarde aquel día, la gente habría intrigado por meses el por qué de la presencia de Jim Gordon y los veintiún cañonazos en dicho entierro; con el pasar de los minutos, lentamente los miembros de la familia terminaron por reunirse y empezar a hablar con la más pura nostalgia entre ellos, tanto cuando eran héroes juntos, como cuando eran jóvenes. Caminaron por un par de tumbas mientras que el cielo no hacía más que oscurecerse más y más, una tormenta se acercaba.

—Tú, siendo Batman, si, creo que el abuelo Thomas dejó la vara como para ti— bromeo Dick, justo antes de recibir un codazo de parte de Bárbara

—No creo poder ser Batman Batman, pero...— Jason caminaba con la mirada baja, arrastrando la nieve bajo sus pies y desviando la mirada de nuevo hasta su anillo —Quizás algo más...

DC: El horror que volvió índigo a GóticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora