4. CATA

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― ¡¿Estáis locos?! ¡¿Cómo me voy a ir de viaje, cojones?!

― ¿Tú has escuchado a Lola, Catita, o es que te vamos a tener que regalar por reyes un sonotone? ―David y sus pullas.―Mira que no son baratos.

―La leche que te voy a dar sí que va a ser gratis tranquilo.―Bufo.―En serio, no soy un proyecto de caridad en el cual invertir.

― ¡Oh, oh! ¡¿Y si te vas a Disneyland?! ―Rafa, observa el minúsculo portátil que tiene sobre sus rodillas y después nos sonríe a todos.― ¡A los niños les encanta!

―Tío que tiene treinta años, no tres, picha.―Manu, intenta no reírse en su cara.―Cata, necesita algo más sofisticado, ¿Paris?

― ¡Ajam! Me gustaría a mí verla entenderse con los franceses.―Suelta Lola.

― ¡Allí hay Disneyland! ―Rafa, sigue a lo suyo.

La escena es surrealista, incluso, descabellada. Por qué se están planteando de verdad la opción de que me vaya por ahí de viaje y para colmo dejar que mi mejor amiga me lo pague todo ¡a lo loco! Como si yo lo fuese a permitir.

Lola, tan resuelta como siempre, le arranca el ordenador a mi hermano de las piernas y se pone a buscar como una loca por internet. Estudió peluquería y maquillaje, no obstante, siempre se le dio de vicio esto de encontrar ofertas jugosas en la red, así que ahí está ella, buscando como el que intenta sacar petróleo del fondo del mar.

― ¡Lo tengo! ―Sonríe carismática.― ¿Qué te parece Saint-Tropez?

―A ver, ¿pero no eras tú la que decías, hace tan solo un segundo, que no era buena idea eso de mandarla a Francia porque vete a saber cómo se iba a comunicar? ―David, aunque parece que pasa de todo, es más listo que el hambre y lo único que busca es pillarte en un renuncio. Motivo por el que ni me extraña la cara de mofa que le pone.―Oye, ¿y si buscamos un sitio de habla hispana?

Esto es la pera limonera ya.

―Uno, estoy aquí, por si no lo recordabais o tal. Dos, me defiendo muy bien con el francés, ―la risa es generalizada, con hermanos y amigas como estos para qué quiero yo enemigos.―bueno, lo chapurreo. Tres, ¿lengua hispana? Os recuerdo a todos que tengo un C1 de inglés, que mi trabajo me costó. Y cuatro y último, ¡qué no me voy de viaje, me cago en la mar salada!

― ¡Ay! ¡¿Y el parque temático de Harry Potter?! ―Todos nos giramos hacía Rafa.―De chica te encantaba, además está en Londres y Orlando y, casualmente, Orlando Bloom, fue tu amor platónico, no sé, quizás es una señal.

―A ver, que yo me entere, ¿cuántas copas se ha bebido éste? ―Pregunta de repente Manu.

―Tres. Pero con la primera ya iba doblado.―Encojo los hombros.

―De adolescente tuvo que ser muy feliz y ahorrar mucho en borracheras.―Murmura David.―En fin, Orlando, podría ser.

― ¡¿A qué si?! ―Grita Rafa alegre y dando palmas.― ¡Allí también hay Disneyland!

― ¿Qué te pasa a ti con Disneyland? ―le contesta mirándolo extrañado.―Ni que tuvieses un trauma o algo.

― ¡Jo! Es que... cuando hice la comunión se lo pedí a los papis, ellos me dijeron que el Tívoli era más divertido y al final resultó ser peor que una feria de pueblo ¿sabes?

Suspiro. Creo que todos los malagueños hemos sufrido el temido momento Tívoli. El Parque de Atracciones, situado en el Arroyo de la Miel, había tenido sin duda días mejores que los que nosotros habíamos vividos.

―No voy a ir a Disneyland.―El hostigador me pone un puchero lastimero.―De hecho, no me voy a ningún lado.

­― ¡No oses desafiarme!... ­―estira el brazo a todo lo que da, coge una varilla de incienso, de esas que tanto gustan a mi amiga, desparrama todas las demás y me apunta con la superviviente, como si se creyese de pronto Lord Voldemort o algo parecido.― o tendré que usar la maldición Imperius contra ti.

― ¿Qué os parece un viaje a Los Cayos de Florida? ― propone la anfitriona.

No si aquí cada uno va a lo suyo.

― ¡Ay, si! Está a tiro piedra de Disney.―David se acerca al mayor y le da un par de caricias en la cabeza.―No soy un perro.

―Angelito. Un angelito.

Ignora la protesta repitiendo lo que siempre nos decía mi madre cuando nos poníamos pesado con algo y nos acariciaba el pelo como a perros. Lo peor es que siempre picábamos y replicábamos con eso de «no me acaricies como a un perro, mamá», porque todos, hasta el más bueno de los Molinas, habíamos sido unos bocachanclas y ella con una sonrisa muy simpática nos decía: «como los perros no, como los angelitos» Y se quedaba tan pancha.

―Queréis dejaros de tonterías y estar pendientes.―Eleva la voz Lola.― ¿Qué os parece Los Cayos entonces?

Manu es el primero en centrarse.

―Me gusta. Playa, deporte, alcohol... ―Mira a nuestro niño grande.― Y, si Rafita, Disney a tiro piedra.

―Sí, sí, te vas a Los Cayos.―Sentencia Rafa.

― ¿Qué se me ha perdido a mí allí?

― ¡Mickey Mouse! ―Suelta David.―María Catalina, divertirte, eso es lo que se te ha perdido.

―Deja, Lola, que yo busco alojamiento.―Dice Rafa emocionado.― ¿Hotel o apartamento?

―Casa en la playa, con vistas, piscina y a dos segundo del mar ¡ah! Y grande, que se lo merece nuestra Cata.

― ¡Que no! ¡Ni se os ocurra!

Intento arrebatarle el portátil a Rafa que se ha hecho de nuevo con él pero David es más rápido y me coge por la cintura; sin embargo, como soy una cabezota, le doy un mordisco donde pillo y me suelta cagándose en mi estampa morena. Para mi desgracia no contaba con Manu y sus años de entrenamiento, tan zen él y el muy cabrito me sujeta con una llave imposible con la que me sienta en el sofá.

―Cata, vas a tener que trabajar en la relajación o algo, eh.

― ¡Listo! ―Gritan Rafa y Lola a la vez.

―Ya tenemos casa y billetes de avión.

― ¡Y dos entradas a Disneyland! ―Chilla emocionado Rafita.

Lola pone los ojos en blanco y pasa por alto el comentario del enorme tío que tiene a su lado, es lo mejor, os lo digo yo que soy su hermana.

―Sales en dos semanas a Los Cayos. Ahora solo hay que inventarse algo para tus padres y organizar una tarde de compras.―Me guiña un ojo cariñosa y acto seguido me lanza un beso.

Tú, yo y aquel inesperado viajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora