11. Limbo

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"Oh, there ain't no warning the first time

Ain't no one to tell you, "Run, boy, run"

Like I should've have done"

~ Bloodline, de Luke Hemmings

Cuando Shen abrió la puerta se topó con Usan más pálido de lo normal. Temblaba de forma incontrolable, incluso su boca se abría y cerraba tratando de decir algo más que solo balbuceos sin sentido.

No hacía falta preguntar, con solo un vistazo podía deducir que algo iba mal.

— Guíame —pidió a su mejor amigo. La confianza que tenían el uno el otro iba más allá de las palabras. No hacía falta decir mucho, habían crecido juntos. Si Usan tenía un problema, Shen daría la vida por ayudarlo.

El peliblanco tomó a su acompañante de la mano para guiarlo a toda velocidad por los intrincados pasillos del templo Thanjuul. En ese momento notó las manos de Usan manchadas por completo de sangre. Haciendo una rápida revisión visual se aseguró que no estuviera herido. La sangre debía pertenecer a alguien más.

A la base de la montaña en que estaba ubicado el templo se agrupaba un colorido caserío donde vivían todas las personas allegadas a los Kinkou sin ser necesariamente monjes. El par conocía esa zona como la palma de sus manos, Shen reconoció de inmediato la ruta que estaban tomando: se dirigían a casa de Meki.

Y eso a su vez sólo podía que algo iba mal con el bebé.

Shen pensó en resistirse. No quería entrar ahí con aquella mujer.

Al sentir la tensión en su agarre Usan se volvió a ver a su hermano. Eso fue suficiente. Bastó una mirada de los desesperados ojos del peliblanco para terminar por convencerlo.

El pelirrojo no se tomó muy bien en su momento la noticia de que Usan iba a ser padre.

— No tengo que explicarte cómo pasó ¿o si? —preguntó Usan en broma para tratar de ocultar su nerviosismo ante la expresión confundida de su hermano.

El sonrojo se extendió por todo el rostro de Shen llegando incluso hasta sus orejas.

— ¡Claro que no!

El siempre correcto Shen se colocaba nervioso al hablar de ese tema. A Usan le hacía mucha gracia, estaba convencido que jamás había tocado una mujer en ese sentido. Si le preguntabas al respecto su argumento predilecto era el del compromiso.

— Entonces dí algo.

— Y... ¿Quién es...? Quién es la... —aún siendo alto y musculoso Shen se veía pequeño en esa situación.

— Meki.

— ¡¿Qué?!

La mujer apenas un par de años mayor que el par era una reconocida contrabandista, nadie sabía de dónde venía ni a dónde se dirigía, solo que por el precio adecuado podía conseguir cualquier cosa. A Shen le caía pésimo. Siempre aseguraba que era por su falta de compromiso pero en el fondo Usan sospechaba que el origen del sentimiento era otro.

— No tienes porque reaccionar así... Eres mi hermano. Creí que me ayudarías.

— Sí pero... ¿Meki? ¿cómo sabemos que no está mintiendo? ¿o que en verdad son hijos tuyos? ¿Vas a casarte con ella? Mi padre va a perder la cabeza.

Usan sonrió a su compañero, aquel gesto era una promesa de que aunque en ese momento pareciera algo muy difícil de hacer lo resolverían juntos.

Las peludas orejas de Meki se volvieron hacia los recién llegados apenas estos atravesaron la puerta. En el rostro transpirado se le notaba el agotamiento, eso sumado al hecho de que no sacó a Shen nada más verlo. El pecho de la semi vastaya subía y bajaba con esfuerzo. Toda la cama estaba teñida de rojo.

Hijos de las sombras [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora