5. Hijos de las sombras (2/2)

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"Oh I was hit as a kid

I was good but then I quit"

~This is love, de Air Traffic Controller

— ¿A dónde vamos? —preguntó Kyro montado a horcajadas en Sombra. El caballo tranquilo como era, avanzaba a paso lento cuidando de su jinete.

— Pediremos asilo a los Kinkou hasta que sepamos qué hacer —La abadesa despeinó con cariño a uno de los chicos más jóvenes—. Se esconden en las montañas, en el templo Koeshin. Estaremos allí en un par de días si mantenemos buen paso.

El pequeño convoy estaba conformado por el peliblanco, la abadesa Gouthan y sus discípulos. Parecían un grupo de mendigos heridos y desplazados. Tal vez lo eran. Kyro soltó un suspiro pesado, traía las piernas entumecidas por la posición en que llevaba toda la mañana sin posibilidad de cambiar.

— ¿Vas bien? —se acercó preocupado Hen.

— Si, no te preocupes.

Aún así el muchacho castaño se mantuvo cerca del caballo, atento a cualquier necesidad de Kyro. Desde hace años que Kyro no había conocido personas tan amables hacia él, lo ayudaban porque los necesitaba no porque tuvieran un interés en lo que podía hacer.

"No te elegimos por tu pasado, Kyro, si no por tu futuro. Porque creemos en ti y en lo que puedes hacer" Le habían dicho y él trataba de aferrarse a esas palabras aunque los duros recuerdos de su pasado le atormentaban.

La hermandad navori se disolvió poco tiempo después de la guerra. Ya no eran necesarios. Algunos de sus miembros se unieron a la orden de las sombras, otros tomaron la arriesgada vida de ser mercenarios o cazadores de monstruos, mientras que otros cegados por la ira se aventuraron a Noxus para acabar con la amenaza desde la raíz. Kyro no habiendo llegado aún a la adolescencia no conocía más que la guerra así que terminó en este último bando.

El olor salado del mar inundaba sus pulmones mientras que el sonido fuerte del oleaje era todo lo que podía escuchar cuando su barco arribó en aguas noxianas. Eran parte de un pequeño convoy naval con no más de cinco barcos, repletos de las peores alimañas jonias y algún que otro niño como Kyro.

Un hombretón lleno de cicatrices y un gran tatuaje de tigre en el brazo se acercó al niño colocandole una gigantesca mano en el hombro.

— Vengaremos a nuestros hermanos caídos en batalla aunque sea lo último que hagamos —la espada que traía en las manos el niño temblaba por el agarre de su portador. El hombre le dio un empujón para que prestara atención— Empuña bien tu espada, niña, y llévate a esos perros noxianos por delante.

"No soy una niña" quiso replicar pero al abrir solo le salió un sonido quedo.

Los barcos atracaron a varios metros de la costa permitiendo a los humanos llegar a tierra a través de los botes de remos. Kyro se mordió la cara interna de la mejilla tratando en vano de contener su temblor.

Por supuesto Noxus no se convirtió en el poderoso gran imperio que es dejando al descuido sus fronteras. Los barcos extranjeros habían sido identificados millas atrás.

— Déjenlos venir —había ordenado el general de esa zona cuando le avisaron del intento de invasión—. Destruirlos en el agua sería un desperdicio de material.

Una sonrisa ladeada se formó en el rostro de Kyro recordando aquella tarde donde en territorio noxiano presenció la mayor demostración de poder que había visto en su vida. En un par de segundos el saliente rocoso se llenó de arqueros y la playa de soldados rodeando al pequeño grupo de jonios.

Hijos de las sombras [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora