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Inglaterra 1850

Una semana antes ...

Se encontraba una hermosa chica de cabellos rizados y rubios a las afueras del castillo en el jardín trasero paseando mientras recogía alguna flores, y las colocaba en una canasta debes en cuando se detenía a olerlas.

Era hermosa la princesa parecía una muñeca de porcelana, piel tersa y suave, labios esponjosos, ojos pequeños y verdes, unas curvas envidiables, cintura pequeña y una voz hermosa y cálida  dulce, delgada y frágil.

La chica admiraba la naturaleza a su alrededor hasta que otra joven castaña llegaba a pasos apresurados y agitada.

—My lady, su majestad la espera en la sala real es hora de comer— informaba la chica.

— Gracias lisa, puedes llevarte estás flores y colocarlas en un florero — ordenó amable y sonriente la rubia.

—Por supuesto — respondió la mucama y tomo la canasta que traía la princesa.

La joven alzaba su gran vestido para poder avanzar más rápido y así entrar al castillo.

Todos los trabajadores sonreían y agachaban sus cabezas, algunos admiraban a la pequeña joven, además de ser bella era muy caritativa y bondadosa.

Una vez que llegó a la sala real, saludo con respeto y cortesía, tomando así asiento.

—Princesa le dicho que no salga sin compañía — decía preocupada la reina.

—Oh lo siento madre, pero sabe que me gusta pasear por el jardín — respondió la jóven.

—Hazle caso a tu madre, no sabes el peligro que puedes estar — reprendió el hombre mayor mirando serio a su única hija.

—Lo siento así lo haré padre— respondió apenada con la cabeza gacha.

—Bueno está bien, comencemos a comer— pidió el rey.

Después de una hora la familia termino de comer pero antes de que se retiraran a sus aposentos el rey hablo.

—Como sabes pronto dejaré mi legado y por supuesto alguien de la familia tiene que ser el sucesor al reino — comento — Es por eso que decidí que antes de tu cumpleaños te casarás con el rey Velimir Miller, solo así podrás ascender junto a tu esposo.— afirmó el hombre.

La joven miraba sorprendida a su padre, poco a poco su sonrisa se borraba, pero no dijo nada, simplemente cayó y acepto lo que ordenó su padre, pero lo que nadie noto fue que una pequeña lágrima corrió por su mejilla, con discreción limpio está misma y alzó su cara confiada y sonriente.

—Esta bien, lo que ordene el rey, si me permiten ire a descansar — se disculpo la joven levantándose de su asiento.

—Claro— sonrió el rey.— Tan obediente y servicial mi querida hija — alago y sonrío alegre,para después retirarse a sus aposentos.

— Tan obediente y servicial mi querida hija — alago y sonrío alegre,para después retirarse a sus aposentos

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*ೃ࿔ Entre Dos Mundos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora