Habían pasado varios días desde que Gustabo probó aquellas pastillas, que para él eran el mismísimo cielo y el infierno juntos; aquella sensación de que no tenías nada de preocupaciones en ese instante era maravilloso, simplemente fue único.
Los problemas con Jack iban progresando, a tal punto que TODA la comisaría sabia de sus "problemas" si es que así se les puede llamar. Diario pasaba lo mismo, no importaba si Gustabo estaba ocupado o no, al igual que había una hora específica; una hora antes de la salida de servicio del oji-azul. En esa hora solo habían golpes, insultos y demás. Ahora no le importaba mucho al rubio que digamos; pues esas pastillas mágicas (como él las llamaba) alivian todo en general. Tenía una preocupación; tomaba una. Se sentía mal y también tomaba una; esa droga sí que es útil.
Tiempo después de todo aquello nada cambio, todos los días nuestro querido rubio pasaba por la misma rutina diaria; Levantarse, comer un poco, bañarse; pues tenía que ir limpio al trabajo. Llegar a comisaría, hacer su servicio con o sin compañero, su última hora era dedicada al superintendente, dejando que lo destruyera de poco a poco.
Ese día cuando salió de servicio no notó que Horacio, el chico que cuidó desde temprana edad; lo estaba siguiendo a su casa, ya que según el de cresta su compañero de vida actuaba raro. Este ya no tenía esa emoción por su trabajo, sus sonrisas fueron desapareciendo, convirtiéndose en algo que quedó en el olvido y lo que más le impactó fue que el brillo en sus ojos había desaparecido.
El oji-azul al llegar a su hogar, fue a su living, específicamente a su sofá de color negro ya que quería dormir un rato. Antes de acostarse tomó el frasco de las pastillas, el cual era un cilindro. Él lo abrió, dejando ver su contenido a su compañero de vida, el cual se sorprendió al ver lo que contenía ese bote pequeño de pastillas.
Rápidamente intentó evitar que Gustabo probara el contenido del frasco, pero fracasó al intentarlo; el rubio ya había tomado dos píldoras. Horacio se quedó en shock al ver a su amigo hacer una sonrisa macabra, cualquiera que viera al oji-azul pensaría que es un psicópata que viene a matar a toda su familia.
Horacio fue con su mejor amigo y lo vio ahí, siendo tan indefenso, sonriendo con malicia. Lo que más le sorprendió fue que al ver directamente a sus ojos estos tenían el mismo brillo encantador de antes... Horacio simplemente no podía creer lo que veía.
El de cresta rápidamente tomó el bote que contenía aquella droga tan... La verdad es que no tenía palabras para describir lo horrenda que era. Fue directo al tacho de basura y las arrojó.Gustabo se dio cuenta de ello y se levantó con una cara de un notorio enojó y le dijo algo que dejó incrédulo al contrario.
- ¿¡Qué coño haces!? ¡𝙀𝙨 𝙈𝙄 𝙛𝙚𝙡𝙞𝙘𝙞𝙙𝙖𝙙! -