NOCHE DE TELEVISIÓN EN FAMILIA
El humo del cigarrillo de Daniel sólo duro pocos segundos en el aire antes de desaparecer delante de los ojos de Sahara. La joven arrugó la nariz. El olor no desaparecería en otro rato más.
Se volvió hacia el muchacho, que apenas empezaba un cuarto cigarrillo o, ¿era el quinto?, como sea, Sahara parpadeó ante él.
―Un día de estos, cuando Francisco se de cuenta de que el ligero olor a humo es, de hecho, humo de cigarro impregnado en las telas, dejerás esa costumbre de fumarte diez dentro del almacen ―le espetó, frunciendo los labios. Siempre eran diez.
Ni más ni menos.
Daniel sólo pudo sonreirle de vuelta.
―O hasta que queme el almacen ―indicó él.
Sahara no pudo sino darle la razón.
―Hablo en serio ―torció ella―, el humo ya casi ni puedo soportarlo.
El muchacho bufó, tirándo el cigarrillo en el suelo y pisándolo perezosamente.
―¡Daniel!
Oh Dios, ¡iba a dejar colilla y toda esa mierda regada y...!
Un momento, ¿había tirado el cigarro? ¿Daniel?, ¿realmente lo había hecho?
Sahara lo miró como si de un monstruo se tratase.
―¿Qué? ―fue su respuesta, encogiéndose de hombros.
Debía de estar de un muy buen humor, pensó ella, recelosa.
Estaba demás decir que el tipo nunca desperdiciaba un cigarrillo. Menos a casi empezar.
Daniel se limitó a seguir pisando el resto del cigarrillo y luego levantó la mirada hacia Sahara. Los altos faroles del almacén iluminaron tenuemente su semblante, neutro, notó ella, medio carente de expresión, medio aburrido.
―Francisco puede irse a la mierda, sabes.
Francisco era su supervisor, el encargado del almacen número cuatro de telas de la empresa textil para la que ellos trabajaban.
Sahara quiso pensar, por un momento, cuál sería la respuesta de Francisco ante el «Francisco puede irse a la mierda» de Daniel.
Un despido, y no por eso. Sino por lo del cigarro.
―No me digas ―fue lo que dijo ella, mirando toda la tela que los rodeaba. Apenas se alcazaban a ver algunos metros, quedando los otros sumergidos en una brumosa oscuridad, allí donde ya habían apagado los faroles.
Seguramente serían las siete y media u ocho de la noche.
―Apresúrate, ¿sí? Quiero irme, llegar, no sé, ¿antes de las nueve, quizá?
Sahara tampoco entendió por qué sus ansias de llegar a casa, ¿ver a su familia? ¿Llegar haciendo la cena, o su cena, en su defecto, porque no le habrán dejado algo hecho?, ¿ayudar a Emir, su hermano menor, con la tarea porque nadie habrá tenido tiempo de ayudarlo?
No.
Sólo quería tirarse en su cama.
Siempre que les tocaba el turno de quedarse hasta tarde, generalmente con Daniel, llegaba sólo ansiando tirarse en la cama. Posiblemente no importaba cenar.
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Mansión Bender
Misterio / SuspensoSahara es una jovén que trabaja en una fábrica textil, una noche al salir del trabajo y al llegar a casa, su familia la espera para ver el reality show anual de la Mansión Bender, competencia transmitida por tv donde un grupo de personas seleccionad...