Capítulo 1

29 5 2
                                    

DIECINUEVE HORAS DESPUÉS DE LA EXPLOSIÓN

(Una semana antes del reality)

Entonces todo transcurrió demasido rápido.

Sahara se volvió hacia su madre, quizá para encontrar refugio en su mirada, algún soporte de que aquello había sido producto de su mente, y por un momento, su madre casi le hizo pensar que así fue; ella arrugó el rostro, los finos labios pálidos contraidos, como a punto de llorar... pero terminó siendo una sonrisa.

Una grata sonrisa de alegría. ¡Un extraño pero efervescente júbilo! La mujer hasta aplaudía.

Sahara no podía entender. ¿Desconcierto sería un buen término para expresar como se sentía?, porque era como estar atrapada en una jaula, comprimida en neblina y confusión y no podía salir... no sabía si quería salir.

La madre de Sahara abrazó a su padre, de orgullo. Éste le devolvía el abrazo complacido.

Ella apartó a Emir de su lado y se levantó lentamente.

Miro nuevamente la televisión, su nombre seguía allí. Y efectivamente era ella.

Para evitar confusiones, y como en el sorteo sólo mencionaban los nombres de los ganadores y no una foto, en la pantalla solían mostrar el número de identidad de cada persona, para que éste supiese que había sido seleccionado, pues bien era cierto que podían haber dos o tres o quién sabe cuantas personas con el mismo nombre.

Allí estaba el número de Sahara...

Parpadeó una, dos, tres veces...

―¿Qué-é... qué está pasando? ―logró articular ella.

No entendía la emoción que se despedía en el aire, la emoción de los niños, su abuela que por fin la miraba sonriendo.

―¡Ay mi niña, has quedado tú! ―gritó la abuela, alzando ambas brazos blandos y gruesos.

Sí, maldita sea. Había quedado. ¡¿Pero cómo había quedado en un reality para el que ni siquiera había mandando su nombre?!

―¿Mamá? ―intentó, buscando―, ¿papá?

Algo andaba mal. Y ellos tenían que saberlo.

Nadie, cualquier otra persona, un extraño que conociera a Sahara o supiera su nombre, podía haberla inscrito, haber dado su nombre por ella, porque adjunto a éste tenían que haber enviado su número de indentidad.

Quizá si lo hubiesen conseguido de alguna forma...

Pero era poco probable, su número sólo lo tenía ella.

Su madre se levantó del sofá y se acercó a ella, sostiéndole la mirada todo el tiempo desde su altura de uno sesenta, mucho más baja que Sahara.

―¿No lo oíste, cariño? ¡Has sido seleccionada, tú, de entre millones de chicas para representar a la hija! ―a este punto su madre ya estaba sobre ella, abrazándola.

Sahara pensó en la última vez que aquellos brazos la habían rodeado.

Pero apenas pudo recordarlo, o sostener tal recuerdo. Sólo podía pensar en su nombre, su nombre en la televisón y lo que eso significaba.

Ella... por Dios, ella había ganado para ir a una mansión con un grupo de personas y matarse, ¡matarse entre ellos!

Ese pensamiento fue como un golpe, un chispazo en la médula.

―¡Quiero que me digas qué mierda está pasando! ―gritó Sahara, despegándose de su madre―. ¡Ya! ¡Ahora mismo!

Ahora fue el turno de su padre de levantarse, parpadeando.

Mansión BenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora