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Aveces sucede que, hay cosas que penetran tu mente más de lo que no puedes controlar

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Aveces sucede que, hay cosas que penetran tu mente más de lo que no puedes controlar. Durante el revuelo en el tiempo que la pandemia había iniciado, cuando nadie me veía; comía cantidades exageradas que luego iría a vomitar, mi anhelo por comer cosas grasas y mi culpabilidad por hacerlo dos combinaciones catastróficas. He perdido la cuenta con respecto a la irregularidad de mi peso, tan mal me parece lucir muy delgada y peor dar una imagen de gorda.

Todos los días me enfoco en qué todos vean que estoy bien, que soy una chica bonita y sana o al menos eso creí, que sería bueno, dar la imagen que complacería a otros pero que yo cada día me siento vacía. Es duro, esforzarse para que el público se encuentre satisfecho viéndote, cuando tropiezo con cuadros tóxicos. Soy impulsiva conmigo misma, esto no es un sueño; sufres hasta en el mínimo sudor, casi no respiras, hay cámaras por todos lados y los flashes pueden cegarte.

Me siento cansada.

Rodearte del mundo que conecta con el espectáculo no es tan genial como parece, si algo no es agradable para ellos entonces serás desechada. Apoyo mis pies contra el metal, balanceando mi cuerpo hacia arriba, desde que llegué aquí no he parado de llorar, la tarde luce muy bonita, tiene unos colores vivos; pero yo me siento todo lo contrario.

Pronto colapsaría, jadeo aterrorizada mientras veo la profundidad hacia abajo, las piernas me tiemblan. Trago duro, tengo una sensación rara en mi estómago, quiero irme... No a casa, quiero ir más allá.
Me echo hacía delante permitiendo que mi piel se exponga al aire que cruza en ese momento, si mis manos se sueltan voy caer... Es lo que debería, caer muy profundo para no existir, todo acabaría si ya no estuviera viva, sin quererlo se me escapan las lágrimas, he comenzado a llorar porque las manos me sudan perdiendo la fuerza contra el metal un poco más y mi cuerpo sería hallado bajo las aguas del puente.

—No te soltaras, ¿verdad?

La voz presente me hace alarmar, abro los ojos de par a par.

—¡Váyase!— grite nerviosa.

Mi labio comienza a temblar, el frío me invade los huesos.

—No creo que seas capaz de saltar.

Lo haría, pero alguien sería espectador de mi suicidio.

—Porfavor váyase, usted no le incumbe esto.

En cualquier momento yo resbalaria, estoy en un punto crítico dónde seriamente puedo morir si caigo, pues estaba dispuesta a caer.
La voz de aquel muchacho se ha sentido más de cerca repitiendo que me suelte del metal tan rápido como pudiera para que me diera una mano.

—Venga, dame la mano y trata de sostenerte de mi como puedas— sugiere.

—Por si no se dió cuenta, yo iba saltar a propósito y me está arruinando los planes.

El muchacho me sostiene, me vuelve a pedir que me incline hacia él para lograr que sus brazos me saquen del borde, cayendo ambos como saco de papas en el piso metálico del puente.
Una vez en el suelo, con un héroe desconocido al lado; me mancho la pena de haber sido presenciada. No sé si sea posible pero crei que en el interior de mi pecho algo se hundió, ¿culpabilidad desenterrada? Mmm quizás.

NAMJOON;short stories.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora