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Pov. Narrador

Jennie fue recibida por una cálida brisa y el olor a hierba recién cortada, cuando salió de la sala del aeropuerto en Niza.

Sus ojos cansados y doloridos, recorrieron la zona en busca de los carteles de alquiler de coches.

Había sido un vuelo largo desde Corea, con una escala muy apretada en París, que la obligó a correr hacia la puerta de embarque, llegando justo antes de que se cerrara.

Siguiendo las flechas a lo largo del aparcamiento, sonrió y suspiró al ver las palmeras que rodeaban el modesto aeropuerto, y los parterres con adelfas de color rosa intenso en la rotonda, que conducían a la autopista.

Jennie se detuvo un momento, rodó los hombros y se apoyó en su carrito de equipaje, que estaba apilado con tres maletas.

Los pies le dolían por los tacones altos, todavía estaban hinchados por el vuelo.

No le apetecía conducir en un país extraño y las historias que había oído sobre el tráfico francés tampoco le habían dado mucha confianza.

Pero había algo en lo desconocido que la hacía sonreír, a pesar de los nervios.

Precisamente estaba en Francia.

Recogió las llaves de su Mercedes, se compró un café y esperó en el aparcamiento a que la ayudaran con su equipaje.

Tres empleados y un guardia de seguridad la miraban fijamente, mientras fumaban un cigarrillo a la sombra de un árbol.

Cuando nadie movió un dedo para ayudarla, abrió de mala gana el maletero y cargó ella misma las pesadas maletas en el coche.

"Bien. Supongo que el servicio no existe aquí"

–¿Podría indicarme la dirección general de Valbonne?–le preguntó al guardia de seguridad, tras bajar la ventanilla junto a las puertas del aparcamiento.

El tipo frunció el ceño y hizo un gesto despectivo con la mano.

–No Inglés –dijo, apagando el cigarrillo en la suela del zapato.

–¿Valbonne?–Jennie lo intentó de nuevo.

Levantó la hoja impresa con las indicaciones que le había enviado el conserje de la Casa, tras las estrictas instrucciones de no confiar en su navegador por satélite en las montañas.

El hombre cogió el papel y leyó la dirección en voz alta, moviendo con cuidado su bigote.

Luego asintió y señaló la tercera salida de la rotonda, levantando tres dedos.

–Merci beaucoup–intentó Jennie.

Se sonrojó de vergüenza, cuando él sonrió ante su pobre francés, mientras miraba sus pechos.

Demasiado para el encanto francés.

Podía sentir el sudor que le caía por la espalda en cuanto se puso en marcha y no era sólo por el calor.

Jennie rara vez conducía ella misma.

En su casa de Seúl, tomaba taxis para ir al trabajo o recurría al conductor de la empresa.

"Vamos, Jen. Puedes hacerlo. Vas en la dirección correcta, eso es un comienzo"

Las vacaciones de Jennie en Francia, fueron lo más fuera de lo común que había hecho.

Rara vez tomaba vacaciones y cuando lo hacía, siempre había viajado con Kai, su ex marido.

Se había imaginado a sí misma llegando al aeropuerto, presumiendo de su top con rayas blancas y marinas, con sus gafas de sol, hablando francés con fluidez.

Un Verano en Francia/Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora