8 de marzo del 2017
Si fuera otra época, de seguro los pájaros cantarían, le anunciarían la llegada de la mañana.
El sol se cuela detrás de la ventana, pero apenas ilumina un tercio de la habitación, definitivamente no ayuda tener cortinas tan gruesas.
En otro caso, la alarma sonaría, pero él no tiene nada que hacer, ¿para qué fijar una hora a la que despertarse?
Todas son iguales.
Sigue durmiendo, sus ojos se mueven anunciando otra pesadilla, ¡si alguien estuviera allí para verlo!
Su cuerpo esquelético vibrando, con espasmos recorriéndolo cada tantos minutos. Es lo normal, al menos para él. La mayoría de las veces ni siquiera se da cuenta de que eso le ocurre.
Cuando despierte no recordará nada, pensará que la mala noche ha sido por culpa de los dolores. Nada más, nada menos. Su vida, de cierto modo, es demasiado fácil.
Vuelven los sonidos de la ventana. Amenazan con colarse por las rendijas, pero la misma cortina gruesa ,le corta el paso a la oscuridad.
Sí, esa oscuridad que parece viva aunque incorpórea, que amenaza cada segundo que puede en engullirlo vivo al saber que no habrá nadie para reclamarlo.
Al menos ahora Esteban puede descansar, hasta que su instinto decide abrirle los ojos. Vuelve al mundo en la piscina de sudor usual, con una mueca de pánico en el rostro y lagañas en los ojos.
Su brazo pesa una tonelada, por eso se tarda tanto en levantar la mano para restregar sus párpados. Cuando se incorpore todo será más sencillo, lo sabe y por eso no se queja. Él mismo sabe lo aburrida que es su vida.
Mira hacia un lado de la cama y se encuentra con un plato vacío, la ausencia de comida caliente le hace suponer que aún es temprano, incluso para ella.
Se inclina a tomar su teléfono mientras sus huesos rechinan y la pantalla confirma su suposición. Queda sorprendido al ver que apenas son las siete de la mañana.
Pero apenas un poco, ni siquiera eso es suficiente para sacarlo de su ensimismamiento.
No tiene nada planeado, como es costumbre, así que se limita a arrastrarse con esfuerzo fuera de la cama. Luego al escritorio, luego al baño, hasta que se sienta de nuevo y sus piernas dejan de temblar. Espera a descargar los pocos nutrientes que su cuerpo ha rechazado mientras viaja al exterior a través de la pantalla que siempre lo acompaña.
De la única manera en la que puede hacerlo.
Revisa una por una las cámaras, Silmara es la única que aparece en ellas. Está de pie frente a la cocina, moviendo su cuerpo como si cantara, bailando; Esteban se pregunta qué estará preparando, supone que lo descubrirá en un par de horas.
En el exterior no hay mucha diferencia, las sombras de siempre reflejándose en el suelo, el buzón de correo eternamente vacío y los árboles moviéndose, buscándolo.
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Terror en Santa Eloísa [TW +18]
HorrorSanta Eloísa es un paraíso al sur de la civilización, lejos de los peligros que esconden las grandes ciudades. Una isla paradisíaca, cualquiera mataría por vivir en ella. Literalmente. Lo que los extranjeros no saben es que cada noche se escucha un...