Primera parte: Origen

771 51 0
                                    

Batalla de Hogwarts 3 de Mayo de 1998

Aquello era un completa locura.

Draco miró a su alrededor y se apretó contra la pared en uno de los huecos del muro, apoyando la cabeza en la fría piedra.

Ojalá pudiera desaparecerse, largarse lo más lejos posible de aquel lugar, de aquel colegio que le había visto crecer y que estaba convirtiéndose en una fosa común, donde cuerpos de uno y otro bando alfombraban las estancias, en un macabro recordatorio de la terrible batalla que enfrentaba al mundo mágico de Inglaterra.

Ahogo un sollozo recordando como Crabbe había sido consumido por las llamas de su propio y devastador hechizo. Maldito fuera él y su estupidez. Maldito fuera por decidir, justo ahora, que tenía criterio propio y por pensar que él era como su padre.

Mortífago.

Como Draco.

Se agarró el antebrazo y maldijo su suerte.

Había estado tan orgulloso de aquella estúpida marca. Se había sentido elegido, importante, decisivo... se había pavoneado sabiendo que nadie más que él tenía aquella marca en Hogwarts, ningún alumno había sido lo suficientemente necesario para el Señor Oscuro, salvo él...

Había sido un idiota y se había dado cuenta demasiado tarde.

Por eso, cuando había ido detrás de Potter en la Sala se los Menesteres, había intentado que aquel estúpido de Crabbe no matara a Granger, porque los gritos de ella aún reverberaban en su cabeza, como un eco constante que le recordaba que había estado a punto de morir allí, en su maldita casa, en su maldita sala de música a manos de aquella enajenada mental que llevaba su misma sangre. Y por más que en el pasado hubiera dicho que le gustaría que muriera, nunca había sido cierto.

Merlin sabía que ella era una sangre sucia insoportable pero Draco no le deseaba la muerte.

Llevaba semanas sin poder dormir porque cuando cerraba los ojos ella volvía a él una y otra vez, gritando, sangrando allí, en la alfombra persa de su madre, con aquella sangre roja, impura o no, que solo era sangre, como la suya, como la de todos los que estaban muriendo allí, ante sus ojos.

Un hechizo paso por delante de él y algo explotó a su derecha.

Draco tembló.

Estaba asustado. Muy asustado.

Él distaba mucho de ser valiente, si lo hubiera sido habría estado con aquellos Gryffindors que se lanzaban a la batalla con más agallas qué sentido común. Además, su casa había sido ocupada durante meses por aquella gente, por EL y Draco había visto demasiada violencia, demasiada muerte y tortura como para no tener miedo.

Alguien gritó y de nuevo los hechizos volaron de uno a otro lado del pasillo.

Draco apretó con fuerza su varita con los dedos magullados y ennegrecidos y cerró los ojos inspirando profundamente.

Si aquello era el final. Si aquello era el todo o nada, tenía que apostar.

Era el momento decisivo, la batalla final, el instante que decidiría el futuro de su país, que definiría el resto de su vida.

Respiro hondo un par de veces. No se engañaba, no a sí mismo.

Había elegido. Quizás no conscientemente, pero había elegido en el momento en que desvió la maldición de Crabbe.

Apretando las mandíbulas , Draco Malfoy enarboló la varita que tenía en la mano, que ni siquiera sabía a quien pertenecía porque hacía mucho que había perdido la de su madre y salió de su escondite.

Lion et serpentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora