Capítulo 49: Presa de los recuerdos

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Yashi entró y salió de sueños toda la noche. Eran extraños y no podía recordarlos, pero lo incomodaron a tal que después de un punto no volvió a dormir. Harto, se levantó con el alba y bajó. Prendió la chimenea y calentó agua, necesitaba algo que lo calmara. Clavel dormía y Dono estaba en el baño, topándoselo al ver qué causaba los ruidos.

—¿Qué haces despierto?

—Tuve pesadillas. —Echó al cazo hirviendo un par de flores de lavanda secas, las últimas que conservó—. No sé de qué iban, pero me dejaron una sensación horrible y me duelen los brazos.

—El peso de la lechera. Descansa hoy.

—Saldré con los demás. Ayer quise hablar con una hierbatera, pero no alcancé. Podría decirme dónde encontrar lo que busco.

—Si con eso te ahorras vueltas en el bosque...

Escucharon el trino indeciso de Psi y a las chicas levantándose de a poco. Yashi subió a despertar a Ban y Azzel. Como la mañana anterior, el aprendiz fantasmal reaccionó antes de que lo tocara.

Desayunaron en abundancia, se alistaron y dejaron la cabaña cuando comenzaba a aclarar. El cielo estaba casi despejado, surcado por densas nubes que se desplazaban a gran velocidad, dándole al entorno matices cálidos de a ratos.

—Así el tramo es un pelín más bonito. —Furan caminaba junto a Karen, arrimadas y con las manos escondidas en los bolsillos—. ¿Qué les cuesta esperarme en la tarde? Regresaríamos los tres juntos.

—Lo único que deseo al terminar es largarme —protestó su amiga sin regresar a mirarla—. Si espero un segundo más, me seguirán los tipos molestos. De por sí debo hacer un laberinto para perderlos.

—¿Tanto así?

Yashi miró hacia atrás, perturbado, pero Azzel lo jaló y distrajo de la conversación.

—Si lo que dices de las memorias es cierto no puedes quedarte solo —habló en tono bajo—. Promételo.

—¿Eh? ¿De cuándo tan estricto? Está bien, lo prometo, no me mires así.

—Desde que llegamos actúas raro.

—Como todos... Tú vas y hablas con extraños. Eso es raro.

—No me conocen y nunca hablarán de mí afuera. Lo que ellos crean o piensen queda a mi elección. Kane no lo dijo, pero trató de advertirlo: los elementales serán un reflejo de su guardián y esta es la última oportunidad para cambiar. —Apretó los puños—. Ellos desean nuestras emociones, incluso si son malas. No quiero que Hielo sea como yo, como era antes. Le haría mucho daño a Terra.

Yashi detuvo la marcha, dolido por su expresión. Se le hizo un nudo en la garganta y sintió el estómago pesado.

Furan se colgó a su espalda.

—¿Qué?, ¿qué? ¿Qué ven, qué pasa? ¿De qué hablan? —Un vendaval los azotó—. ¡UAAA!

Se aferraron entre los cuatro y esperaron a que pasara. Hayashi se llevó las manos a la cabeza, abrumado por la imagen de recorrer los continentes a gran velocidad. También se aplastó el pelo porque lo pinchaba en la cara y era similar a ataques recibidos por Tierra en su porte original.

Su mente se perdió en un limbo. Quería recordar, pero nada de lo que veía ayudaba a descubrir su paradero, mucho menos los sentimientos de rabia y angustia. Estos lo sometían como el mago doble sin pasar nunca a su otro estado. Ahora eran totalmente de él.

Se dio la vuelta y sin querer empujó a Karen. La atrapó por los hombros, pero fue incapaz de decir palabra. El recuerdo que Tierra tenía de ella y la imagen del bosque encantado se superponían.

Archimago 6, Al final del viajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora