El día te entregó su alborada,
vibrante por los cánticos
febriles, de las variadas aves.
La noche te entregó su mar,
iluminado por el brillo
de una luna que no resplandece sola,
pero resiste el fulgor
y lo embiste de lleno
contra la superficie
de aquellas cosas
inundadas por la oscuridad.
Yo te entregué mi corazón
etéreo, emocionado y atrevido,
para que nunca te olvides
de lo que el amor significa.
El amor del bueno, el original.
Ese que permanece estoicamente
dispuesto a dejarnos reposar en su paz,
a encendernos y arder con intensidad.
Aquel amor que busca lo mejor para vos.
Siempre.
Cueste lo que cueste.
