Puntualidad

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Una parte esencial del trabajo es llegar puntual a los horarios establecidos por la empresa. La poca seriedad para ejecutar la orden más sencilla: Llegar puntual, amerita un castigo. No necesariamente severo, pero según se estipula en el reglamento, se harán tres llamadas de atención y si a pesar de esto, el empleado continúa sin cambiar su actitud, se ameritará una reprensión por parte del empleador.

La cosa es sencilla, no puede haber malos entendidos. La claridad con la que están escritas las reglas es sobresaliente, nadie que se respete a sí mismo y a la empresa, cometería ese error tres veces... ¿O sí?

...

—Diablos... – suspiró Tomioka al instante en el que el lector de su huella digital marcó en rojo el registro, evidenciando que estaba fuera del horario de llegada. Era su tercera vez en el mes, pero tampoco era su culpa... Lo que pasa es que se había quedado sin auto por un incidente con el motor y sumándose a ello que las reparaciones estaban tardando considerablemente porque según su mecánico "la pieza aún no llegaba", había tenido que tomar el autobús todos los días. Para su mala suerte, ese mes había ido de mal en peor. Primero el tráfico, luego una pelea entre unos transeúntes que lo hizo retrasarse y por último el hecho de que, hoy precisamente, había olvidado su cartera en casa y tuvo que regresar por ella, pues allí tenía el dinero con el que se compraría el almuerzo.

Él no tenía el hábito de llegar tarde. De hecho, le desagradaban las personas que no seguían las normas, pero tenía que admitir que, en esta temporada, el mundo parecía conspirar en su contra. Estaba seguro que su superior se daría cuenta de los retrasos porque el sistema le mandaba las alertas directo a su correo electrónico. Si las primeras dos veces, sólo le había notificado por llamada a su oficina que estaba advertido y que tuviera más cuidado con el horario, ahora definitivamente podría ir en persona y regañarlo.

Mientras caminaba por los pasillos, pensaba en silencio en todo el montón de cosas que tendría que hacer. Lo que más le preocupaba era que, si le cargaban con muchas tareas, perdiera el autobús de regreso a su hogar.

Finalmente alcanzó su oficina y cerró la puerta. Cuando llegó allí, dejó sus cosas y se sentó detrás del escritorio. Había sido ascendido a supervisor del sector de contabilidad de la empresa. Recientemente se le había a condicionado una oficina privada, hasta hace unos días, continuaba trabajando en un cubículo. Lo más sobresaliente de ello, era que él había escalado por sus propios méritos, puesto que tenía relativamente poco tiempo trabajando allí y había demostrado ser bastante eficiente.

Ahora que lo pensaba mejor, eso sólo aumentaba la gravedad de los retrasos, porque, podría malinterpretarse como un acto deliberado ahora que estaba mejor posicionado y decirse que su impuntualidad era causada por soberbia y no verdaderos accidentes.

Suspiró y aflojó un poco su corbata. Bueno, ahora que ya estaba en su sitio, no había más tiempo qué perder. Comenzaría a trabajar de una vez por todas. Encendió la computadora y tomó las bitácoras que le habían dejado desde ayer. Comenzó a hojearlas y después revisó atentamente, para comprobar las cifras y registrarlas adecuadamente en la base de datos.

Esta tan concentrado que no escuchó los toques en la puerta; se percató de que no estaba solo cuando oyó la voz de la persona que acababa de entrar y cerrado amablemente, para darles privacidad.

—Buenos días...

—¿Umm? – elevó la vista y sus ojos se toparon con los violetas de su supervisora. Sabía el motivo por el que estaba allí, para ser precisos, puede que haya tardado en llegar más de la cuenta. —Kocho-san. – se puso de pie como una cortesía.

Ella le miró de pies a cabeza y mostró una sonrisa característica. Su postura, a decir verdad, se veía relajada. Siempre le había parecido que Shinobu Kocho tenía un porte bastante afable para alguien de su posición. No conocía mucho de su historia, pero los rumores decían que ella había escalado aún más rápido que él. Que, si bien era lo bastante inteligente y capaz de hacerlo, era asombroso.

Secretos de oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora