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La sensación de algo caminar por su cara lo hizo fruncir el ceño, estaba dormido y no quería despertar.

Porque después de mucho tiempo, se sentía descansado y quería seguir aquel lindo sueño que tuvo.

Abrió sus ojos lentamente y vio entre su nariz una mariposa de colores verdes y azul, era linda, tan linda que le recordaba a su madre.

Sus ojos chocaron para poder ver a la mariposa que aún reposaba en la punta de su nariz, sonrió al ver cómo está caminaba por toda su cara.

Le gustaba como se sentía, le daba tranquilidad y paz.

La mariposa extendió sus alas y salió volando lejos, el chico de cabello largo levantó su torso apoyándose de sus manos, con la mirada busco a la pequeña mariposa pero ya se había ido.

Miro a su alrededor y se dio cuenta que ya no estaba en la cocina de su casa, ahora estaba acostado en una cama muy parecida a la suya en un lugar blanco.

No había paredes, no había final, solo un color blanco que le gustaba.

Bajo sus pies lentamente al suelo blanco, miro su pie y se dio cuenta que ya no estaba cortado, la herida había sanado y en su lugar había una pequeña cicatriz roja, nada grave.

Se paró de la cama y con la mirada empezó a buscar algo que lo pudiera ubicar, no conocía ese lugar pero quería saber dónde estaba.

Seguido caminando hasta que volteó y no vio la cama de madera ¿Tanto se había alejado?

Un escalofrío recorrió su cuerpo haciéndolo estremecerse, con uno de sus brazos tocó su pecho intentando aguantar el frío que había allí.

Camino un poco más y vio a alguien muy familiar parado enfrente de él, estaba de espaldas y traía ropa colorida, un chico con cabello café claro, una playera naranja y unos pantalones de mezclilla azul, solo se podía tratar de una persona.

Comenzó a caminar más rápido, cuando los pasos no fueron suficientes comenzó a correr sin perderlo de vista hasta que quedó detrás de él.

Aún no volteaba, Beomgyu tocó su hombro esperando a que lo notará.

El chico volteó y lo miro; rápido le dio una sonrisa grande y lo abrazo con todas sus fuerzas apretándolo como si su vida dependiera de eso, no lo soltaba e incluso beomgyu le hacía falta la respiración pero no le importo, necesitaba ese abrazo.

El chico seguía teniéndolo en sus brazos con toda su fuerza y amor hasta que se separó después de unos minutos.

Viéndose cara a cara los dos sonrieron y agacharon sus caras, las mejillas de Gyu tenían unas tonalidades rosas fuertes, el chico puso su mano en el cachete de Beomgyu y lo acarició suave.

El castaño acercó su cabeza a la de Beomgyu y depósito un pequeño e inocente beso en su boca, los sonidos de timidez salieron y sus ojos se hicieron chiquitos.

Todo se sentía como estar en el cielo le gustaba, no había miedo ni frío, ahora se sentía cálido y en compañía, podía oler el aroma de su amigo que le gustaba tanto, aquel olor a lavanda era delicioso a su gusto.

El silencio se hizo presente pero no era un silencio incómodo más bien, era una silencio que era necesario para comunicarse, le daba paz y podían disfrutarlo, viéndose a los ojos fijamente se comunicaban lo tanto que se querían, el chico de ojos grandes miro detrás de beomgyu haciendo que él volteara.

—¡Papá!

Beomgyu comenzó a correr dejando atrás a su amigo, corrió con todas sus fuerzas sin miedo a perderse, su sonrisa y sus ojos solo expresaban algo; felicidad.

# 𝗕𝗔𝗝𝗢 𝗟𝗔 𝗠𝗘𝗦𝗔 ᶜʰᵒⁱᵇᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora