.

74 9 1
                                    

Soobin cerro la puerta del baño intentando no hacer mucho ruido, su olor a recién bañado y su cuello mojado lo hicieron verse bien compensando sus grandes ojeras negras debajo de sus ojos.

El día era bañado por la extensa nieve que manchaba toda la ciudad, afuera habían niños gritar de felicidad jugando con las bolas de nieve que arrojaban entre sí.

Soobin solo dió un suspiro y dejo de ver la ventana, arriba de su playera de manga larga negra puso una chamarra de piel café, intentando dar un poco de calor a su cuerpo, la puerta sonó haciéndolo voltear.

La puerta se abrió lento y la cabeza de su anciana abuela se asomó leve, como otros días su cara era fría y triste.

Paso al cuarto con el teléfono de casa en mano y miro el piso pensando cómo decirle a su nieto la noticia de forma calmada.

Suspiro y remojo sus labios lento, el chico de pelo negro la miro atento esperando a que hablará.

—es hoy.

Soobin cerro sus ojos lento intentando conservar la calma que no tenía, cerro sus puños apretando la sabana de su cama en la cual estaba sentado y miro a su abuela de nuevo.

—¿Estarás bien mientras me voy?

La voz triste y ronca de soobin no era algo nuevo, su abuela asintió rápidamente y con una voz más cálida e igual de desanimada dijo.

—no importo yo, ve con ellos.

El alto chico asintió y tomó su mochila que estaba tirada en el piso, salió de su habitación corriendo hasta la salida. Tomo una gran bocada de aire intentando correr aún más rápido, dando todo por llegar a tiempo.

Abrió la puerta final y salió del departamento, bajo las largas escaleras de madera vieja intentando no tropezar con ningún escalón, llegó a la entrada del edificio y empujó la puerta de cristal saliendo al frío exterior.

Sin dejar de correr, comenzó de nuevo aún más rápido, su nariz se puso roja y sus labios y cejas se congelaban, sus rodillas comenzaron a doler y sus nudillos de manos y mejillas de pusieron rojos, corrió como nunca.

Por la velocidad a la que iba no podía ver nada pero aún así siguió adelante, tomo un taxi y dió una dirección, en menos de quince minutos ya había llegado al hospital de Daegu.

Entro casi cayendo al piso, se tropezó con algunas personas pero al instante pidio disculpas por hacerlo, subió los pisos en los elevadores.

Tenía nervios, no sabía cómo se encontraba él y no quería que eso fuera real, no lo merecía, comenzó a morder sus uñas por el estrés. Cuando el elevador llegó al piso indicado soobin salió lo más rápido que pudo y busco con la mirada el número de la habitación.

—553...

En aquella habitación habían muchas personas, entre ellas doctores y algunos curas, entro sin importarle la multitud.

Cuando entro a la brillante habitación su cuerpo se paralizó por completo, su madre estaba llorando a lado de la cama, culpandose por todo lo que había hecho, un padre al otro lado rezando algún sermón que el desconocía y los doctores y enfermeros viendo aquella atroz imagen.

En frente de todos, su pequeño hermano estaba tirado en la cama, pálido con los labios morados y conectado a algunos tubos y máquinas, quería llorar pero en ese momento no salían las lágrimas, no sabía si era por el frío que había congelando sus pequeñas lagrimas o por el shock de ver a su hermano Choi Beomgyu.

En una cama de hospital al borde la de muerte.

Se acercó a su madre y tomó sus hombros dándole fuerza, dió un pequeño beso en su cabello corto y dijo cerca de su oído.

# 𝗕𝗔𝗝𝗢 𝗟𝗔 𝗠𝗘𝗦𝗔 ᶜʰᵒⁱᵇᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora