Capítulo 46: Creando música

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La música le da un brillo cálido a mi visión, descongelando mi mente y sus músculos de su interminable invierno.

-Haruki Murakami



Tenía mucho tiempo sin hacer esto; disfrutar la calidez del sol contra mi piel. Estoy riendo y giro mi rostro encontrándome con el rostro de Inuyasha sereno mientras escucha música. No hay nadie a los alrededores porque están vacacionando. Ayer fue que llegué porque estaba con mamá pasando unas semanas en su compañía y la de Suikotsu.

Desde que gané el concurso mi vida a incrementado su ritmo. Contratos por todos lados, muchas disqueras interesadas, pero gracias al cielo tengo buen asesoramiento por lo que mis decisiones son monitoreadas por ellos y también con Inuyasha y hasta el mismo Sesshomaru quien tiene ya un mes como director de la academia.

Sinceramente me sentí feliz al ver como Totosai salía con sus pertenencias, su nieto cumplió su palabra y lo destituyó del puesto dejando a Sesshomaru quien lo hace muy bien. Conocí a su esposa, una amable mujer muy bella y también conocí a las gemelas que tuvo. Dos niñas preciosas que siempre que ven a Inuyasha enloquecen y quien tiran de su pelo.

Ya estoy en proceso de grabar mi primer tema, enseñé las canciones que había escrito y me sentí orgullosa cuando les parecieron buenas, así que solo tuve que hacer algunos arreglos que ellos sugirieron. Puedo decir que todo marcha muy bien, aunque es agotador, amo todo este cambio que está dando mi vida.

Inuyasha abre los ojos y una sonrisa se posa en sus labios cuando nota que yo estoy mirándolo. Él se incorpora sentándose y hago lo mismo, me sorprendo cuando toma mi rostro y besa mis labios. Pronto la sorpresa se va y cierro los ojos disfrutando tanto del contacto de sus labios. Amo esta relación, me siento tan bien con él, aunque a veces discutimos por estupideces, amo cada cosa.

—Te amo—susurro al separarme de sus labios haciendo que sus ojos dorados brillen tanto o más que el mismo sol.

—Acompáñame a un lugar—susurra haciendo que me levante confusa, pero le tengo tanta confianza que no dudaría en seguirlo hasta el fin del mundo.

Él entrelaza nuestros dedos y me hace caminar en silencio hasta su coche. Confusa subo y cuando estamos listos él emprende el viaje tarareando una canción en voz baja y pareciendo relajado.

Luego del concurso estuvo muy ocupado ateniendo todos sus asuntos por lo que casi no lo vi, eso sí, siempre estuvo pendiente de cada paso que daba. Me proporcionaba muchos consejos y sigue asiéndolo, se puede decir que somos un muy buen equipo.

A Kikyo casi no la he visto porque está tan ocupada como yo, ambas estamos trabajando sin descanso, es por eso que hoy que me dieron el día libre decidí compartirlo con Inuyasha.

Llegamos a un cementerio y al bajar él me sonríe despacio. Enarco una ceja e Inuyasha vuelve a entrelazar nuestros dedos haciéndome caminar.

—Vale, no pensé que nuestra cita sería en este lugar—comento haciéndolo reír mientras él compra un ramo de girasoles y sigue el camino como si conociera a la perfección hacia donde nos dirigimos. Cuando nos detenemos frente una lápida entiendo todo. El nombre de Izayoi Taisho aparece en ella.

Inuyasha se arrodilla dejando las flores y sonríe para luego sentarse. Levanta la mirada y me tiende la mano que tomo sentándome a su lado, quedándonos en absoluto silencio, apreciando el viento fresco que recorre nuestros cuerpos en este momento. Le doy el tiempo ara que organice todas sus ideas.

—Así que traje a la mujer de la que te hablado en varias ocasiones, mamá—su voz rompe el silencio y él aprieta la mano que aun sujeta a la mía—cuando murió perdí mi rumbo Kagome, ella era quien me guiaba, quien siempre me mostró el lado hermoso del mundo. Imagina que cuando se marchó yo no pude ver eso que ella tanto me había mostrado—me acerco más a él quien mira la lápida con una leve sonrisa—durante mucho tiempo no fui capaz de pisar este lugar, me daba miedo que en el momento en que lo haga me rompiera tanto que no tuviese fuerzas para volver a ponerme de pie—hace una pausa y gira a mirarme a mí—hasta que un día logré venir, junto a Sesshomaru. Ese día me di cuenta de que no estaba tan roto, de que, aunque su muerte dolería para siempre no me iba a impedir ser feliz. Ese día descubrí que tenía que aprender a vivir y sonreír a pesar de su ausencia física, porque mientras la recuerde ella seguiría aquí, en mi pecho—la mano que me sujeta la sube hasta su pecho dejándome sentir los latidos de su corazón—ese día me hiciste cantar juntos a los demás y sentí que sí, que no estaba tan roto. Hay heridas que, aunque parezcan incurables, si sabemos cómo sanarlas poco a poco, lograran cerrar—sonrío cuando se acerca y sus labios acarician los míos con suavidad—gracias por aparecer en mi vida Kagome, no sabía que necesitaba tato vivir hasta que me hiciste ver que solo estaba existiendo en este mundo—le regalo una sonrisa sintiendo mis ojos cristalizarse.

Sigue el ritmo de mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora