《Ciudades hermanas 5/?》

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Tras finalizar la junta se dio un pase libre para que todos pudiera ir por algo de comer de forma apropiada, dicha reunión se había extendido un poco más de lo esperado por lo que todos ya empezaban a quejarse por la falta de comida. El trío de Antillas no perdió tiempo para irse a disfrutar juntos e igualmente volver juntos a sus habitaciones para descansar o refrescarse un poco. Era un alojamiento de unos diez piso, incluyendo la recepción, imponente y llamativo, siendo que las habitaciones conformaban una gran parte de la distribución del espacio del edificio.

Interrumpiendo en cierta medida la quietud del elegante pasillo de hotel que daba conexión a todas las habitaciones de ese piso se escuchaban las contagiosas risas del trío de caribeños que se habían dado la tarea de no separarse en todo el viaje, venían de haber almorzado y la costumbre de dormir una siesta tras una buena comida no se olvida tan fácilmente. Santo Domingo busco en su bolsillo la llave que le permitiría acceder al interior de la habitación mientras los otros dos simplemente tonteaban entre ellos.

— ¿De verdad no podemos pasar? - San Juan volvió a quejarse, quería pasar y estar con el dominicano todo el tiempo que pudiera.

— Ya le' dije que no, - volvió a recordar tras darles una mirada. - comparto habitación con Madrid, debo re'petar su privacidad

— Seguro ni esta ahí - fruncio el ceño, esta vez fue el turno de Habana de hacer protesta. - El colonizador ese debe estar con sus amigos primermundistas

— Ya les dije que no - regañó el dominicano de nueva vez. - Tense quietos, ya le' dije que les voy a tirar má tarde pa ir a cenar

— ¿Cómo a que hora? - corearon.

— A la hora que me depierte, - Domingo vio como fruncian el ceño en disconformidad. - quizá a eso de las 7:40, má o menos

Eso los alegro significativamente a los dos, ya no era tan molesto dejar solo a la capital dominicana. Finalmente se despidieron tras unas pocas palabras para que Domingo pudiera ingresar a su lugar de hospedaje antes de poder dormir una merecida siesta, llamar a su padre y simplemente relajarse un poco.

Cerró las puertas tras de sí, notó de inmediato que su compañero -de hecho- si estaba en el lugar, sus oídos captaban el sonido del agua caer desde el baño además de que las cortinas estaba abiertas; era una suerte estar en un piso relativamente alto, la vista era mucho mejor desde allí. Se movió despacio sin prestarle demasiado cuidado a la información que involucraba a su compañero, dejó sus cosas en la mesa de noche que le correspondía según lo acordado, conecto su celular y se deshizo de su calzado, por la anticipación solo pudo arrastrarse hasta su almohada buscando acomodarse. Respiro después y de forma constante, realmente deseaba relajarse un poco antes de que cualquier otra cosa ocurra ese día.

Pero al destino parece no gustarle demasiado esa idea.

— Hasta que nos encontramos otra vez - se escuchó del otro lado de la habitación, Domingo suspiró con cansancio dispuesto a ignorarlo solo por esta vez.

— Hasta parece que vos y yo no compartimos habitación, ¡apenas y puedo verte por aquí! - la capital dominicana se quedó quieta en su lugar.

— 'Tu no paras en tu habitación, tampoco' - ese pensamiento cruzó la mente de Domingo tan pronto como Madrid terminó de decir lo suyo.

— Ese par de colegas tuyos no dejan que estés solo nunca, - mencionó el español. - y ni que decir de Taipéi, creo que no le agrado mucho

— Jajaja

— ¿Así que si me estas escuchando? - Madrid se acercó a la cama contraría.

— ¿Realmente tu 'tarias hablando si yo 'toy rendio? - Domingo se incorporó y miro a su contrario quedándose en silencio.

Ambos se miraban, uno más divertido que otro por lo mismo.

— ¿Por qué tu 'ta encuero? - señaló al verlo solo en una toalla en su cintura.

— ¿Oh eso? - fingió sorpresa ante la cuestionante. - Acabó de salir del baño

— Ponte algo - desvió la mirada, realmente no quiere ver a nadie desnudo en este viaje. - Al favol

— ¿Hay algo malo?

— Tu 'ta relajando, ¿verda? - Domingo lo miro incrédulo.

— ¿Por qué lo haría? No hay nada de malo - sonrió divertido ante la expresión contraria.

— Decencia, hay una vaina que se llama decencia - se quejó al verlo acercarse para subir a su cama. - ¡Helmano cambiese!

— Tenemos lo mismo, - menciona acerca de la imagen escogida por ambos. - puedes confirmarlo, si quieres

— No 'ta bien, te creó - estiró su brazo, marcando una distancia que debía respetarse, ahora sentado igualmente sobre la cama.

Madrid miró la brecha entre ellos que el dominicano había creado, su mano en su pecho empujandole al lado contrario, divirtiéndose ante ello. Su derecha subió hacia la mano contraria en su pecho, sujetándola y quitándola de su posición, arrastrándola a su rostro; más precisamente a sus labios. Tras dejar un casto beso en la piel cálida del otro arrastró sus ojos hacia el mismo, le deleitó la expresión confusa que tenía.

Tanteo el área e hizo un movimiento para acercarse, al ver que no hubo una respuesta de oposición siguió acortando la distancia, llegando hasta ser capaz de encerrar a su objetivo entre sus brazos. Era un abrazo sin segundas intensiones, Domingo lo confirmó cuando sostuvo la mirada del europeo y este solo le sonrió, sin más.

— Se que, - empezó llamando la atención del isleño. - realmente, no puedo admitir con seguridad que te gusto... Sin embargo...

— El caribeño sintió vergüenza ante la mirada tan cariñosa que recibía. - Hmm

— Me gustaría que -siquiera- pudieras considerar salir conmigo alguna vez

— Yo...

— Madrid levantó su mano para frenarlo. - No te pido una respuesta inmediata, solo quiero que lo pienses, alguna vez

Santo Domingo se quedó en su lugar cuando fue liberado y observó con atención las acciones del español que se alejaba de espaldas lentamente.

— Estaré esperando - mencionó mientras alcanzaba su ropa. - Tomate tu tiempo

Tras decir aquello volvió al baño para poder vestirse sin más, Domingo se quedó allí simplemente comprendiendo lo que había vivido hace apenas unos segundos. Siempre creyó que el interés de Madrid por él era únicamente porque querría algo de una noche, eso era lo que se decía a si mismo para entender el porqué si tanto le gustaba jamás lo veía ser más insistente con sus peticiones.

Solo era terriblemente paciente, jamás lo habría concebido por si mismo. Finalmente no pudo dormir y solo se distrajo al llamar a su padre, recibió una despedida silencioso por parte de Madrid cuando este iba de salida para quedarse solo en la habitación de hotel. Aún cuando dio vueltas en la cama no pudo dormir, lo único que pudo hacer fue repetir en cámara lenta aquella mirada que recibió; tan llena de cariño y paciencia que le dolía en el pecho.

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Yo, actualizando alguito una vez cada dos años. Efectivamente.

Si alguien sigue aquí, ¿qué pensaban de Madrid?

1150 palabras.

《Dominican Days》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora