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[Regreso a Jonia]

Los contornos de tierra firme iban adquiriendo forma en el horizonte brumoso a medida que el barco se acercaba a Jonia. El frío viento matutino agitaba los cabellos castaños de Azuma mientras esta inspiraba por primera vez en mucho tiempo el mágico aire de su tierra natal.

Ya había pasado una década desde que siendo una chiquilla asustada se subió a un barco rumbo a Piltover, lejos de su familia, del único hogar que conocía y sobre todo lejos de la guerra y la destrucción traída por Noxus.

En su mano pesaba la carta enviada por su hermano, la razón por la cuál se embarcó en ese viaje tan largo. El hombre después de tantos años por fin quería volver a verla. Mantenía siempre cerca suyo la pequeña nota. No podía explicar la forma en que su corazón se emocionaba al pensar en que su hermano se tomó el tiempo de dar con ella e invitarla a venir.

Con caligrafía cursiva y delicada -ciertamente Shen había estado mejorando su escritura- la invitaba al templo Koeshin, sede actual de los Kinkou.

— ¡Emai, mira los peces! —exclamó Ryu corriendo de babor a estribor sorprendido por los brillantes colores del mar y su fauna— ¿Crees que veamos una foca?

Az rio negando mientras doblaba la carta para protegerla— Creo que no hay focas en Jonia.

— ¡Aburrido-o! Deberíamos ir a donde hay focas.

— Ya estamos aquí ¿cómo nos vamos a devolver? ¿no quieres conocer a tu tío?

El menor pareció considerar todas las opciones posibles, cierto era que el viaje de regreso al continente iba a tomar al menos un par de semanas. Tiempo que se vería obligado a aguantar ahí encerrado. Por el otro lado... Focas.

— Un día recorreremos el mundo en busca de las focas —le aseguró al pequeño que mantenía un puchero en los labios mientras pensaba.

— Y serpientes marinas, también me gustan esas ¡Y dragones!

— Ah de esos sí que hay aquí. Mantén los ojos bien abiertos, tal vez veas uno.

El rostro de Ryu cambió enseguida, sus ojos ambarinos resplandecieron. Adoraba los dragones. En parte porque aquel era el significado de su nombre, y en parte porque ¿Qué niño en esa edad no ama los dragones?

— Apuesto a que encuentro un dragón antes que tú, Jesse —el niño regresó a sus correrías por todo el barco para asegurarse de cubrir los puntos cardinales y que el dragón no se escape de su vista. La agotada tripulación se vio obligada a esquivarlo mientras trataban de trabajar.

— Le deseo suerte en su búsqueda, jóven señor —respondió el mayordomo con su característica voz mecánica mientras se ubicaba junto a la mujer.

— Si vas a comenzar a quejarte sobre lo mal que le hace la húmedad a tus engranajes, ahórratelo. Llevo escuchándolo todo el viaje.

— La presión parcial de vapor del agua ha aumentado en comparación con el registro de mi última medición la semana pasada —anunció. Azuma rodó los ojos.

La metálica piel del autómata relucía tanto contra los rayos del sol de mediodía que era difícil para la mujer mantener la vista en él dándole dolor de cabeza.

— Lógico. Estamos en el mar y hace más calor... —al ver que la máquina iba a abrir la boca para reprochar se apresuró a añadir— Buscaré a alguien que pueda revisarte en cuanto nos instalemos.

— Lo aprecio.

Az no respondió más. Sabía que aquellas palabras eran solo una formalidad programada por su difunto esposo para hacer sentir al autómata más humano. Jesse en realidad no la apreciaba, ni sentía emoción alguna. Sus quejas se originan de las instrucciones de autopreservación que tenía.

Desafía las sombras [ZedxOc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora