A Aylan le gustaban muchas cosas.
Le gustaban las mentas de café, aunque su madre le dijera que le dejaba un extraño olor.
Le gustaban las películas y series infantiles, aunque provocara en ocasiones las burlas de sus primos.
Le gustaba dibujar...
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Querido Aylan,
Esas dos palabras eran lo único que Harriet había podido escribir.
Llevaba más de 30 minutos mirando la hoja en blanco frente a ella.
¿Qué le pasaba?
¿Por qué le era tan difícil escribir una simple carta?
Harriet no se consideraba una persona insegura o algo parecido, incluso a veces puede llegar hacer un poco arrogante, palabra de su hermana.
Pero ahora parecía incapaz de escribir algo bueno de ella. Suspiro con cansancio mientras empujaba su silla para atrás.
—¡Ah! — Dejo escapar un pequeño grito de sorpresa cuando sintió un peso en las piernas, era Dorian, su gato, el cual parecía que ya llevaba un rato en la habitación.
Dirigió su mano hacia su pelaje y comenzó acariciarlo lentamente, quizás de esa manera podría despejar su mente y ver si se le ocurría algo.
—¿Por qué es tan difícil escribir algo bueno?— Le preguntó al gato que tranquilamente ronroneaba en sus piernas — ¡Tengo un montón de cosas buenas! Soy toda una belleza y mi promedio es el mejor de la clase.
¿Cómo escribía eso sin que suene muy arrogante?
¡A la mierda todo! Ya no iba a escribir nada.
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