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Hyein, Danielle, Hanni, Minji y Haerin eran un pequeño grupo de mejores amigas inseparables desde la primaria, y sinceramente eran casi como hermanas, tanto que tenían la confianza de dormir todas en casa de alguna de ellas sin problema e irse todas juntas después a la escuela.
La secundaria las había llevado por diferentes situaciones, las cuales habían compartido entre todas en lo que llamamos "chismes", todas estaban enteradas de todo lo que les pasaba sin excepción porque así había sido siempre, nada de secretos.
Pero está última semana había algo que estaba atormentando a Haerin, de una manera que casi se sentía dolorosa, tanto para ella como posiblemente para el resto de ellas, y es que durante todos esos años de amistad, empezaba a sentirse algo extraña, como enferma.
Y todo se debía al estar cerca de Danielle, y no sabía explicarse el por qué.
Estaba desanimada, había estado evitando a su mejor amiga desde hace un tiempo, llamadas, mensajes, miradas, todo, pero no sabía por qué se sentía mal.
O bueno, tal vez tenía sus sospechas, pero algo que se estaba rehusando a pensar de más, tal vez eso empeoraría las cosas, al igual cómo lo hace Danielle al ser tan amable y dulce cada vez que se trata de ella y nadie más.
Claro que al esto de las chicas también trataba con amor, pero con ella se sentía algo más "especial".
Se había levantado temprano de la cama para alistarse esa mañana puesto a que toda esa ansiedad no le había permitido dormir, así que atuvo avistada jugando videojuegos en su habitación hasta que sea la hora de ir.
Ansiosa, empezó a encender y apagar su teléfono en busca de algún mensaje de las chicas en el grupo que tenían, sobre todo el de Danielle, pero nada, seguramente estaban desayunando y haciendo sus cosas.
Como se portaría hoy, no quería verse muy maleducada frente a su mejor amiga, tratar mal a Danielle era algo que simplemente le dolía y pesaba, pero no podía solo fingir estar bien, tal vez solo debería decirle a alguna de las chicas y buscar un consejo.
— Es solo un consejo— murmuró para ella misma antes de ver la hora nuevamente, fijándose que ya tenía que ir camino a la escuela.
Suspiró antes de pararse de la cama y tomar su mochila de su silla frente a su escritorio y salir de casa, una vez que llegó vio a sus amigas, quienes corrieron a abrazarla.
— Dios santo cielo, te ves derrotada, ¿te desvelaste?— Hyein tomó a Haerin de las mejillas y le acomodó mejor el cabello, notando las ojeras de la otra.
